Servei discret i professional.
"La prostitución masculina para mujeres es un negocio emergente". Ante esta frase se produjo una ola de arqueos de ceja en un porche mediteráneo a mediados de julio. La razón de esta inesperada consecuencia de la indpendencia económica femenina se podría encontrar en las declaraciones de Jack Nicholson durante el juicio de la madame hollywodiense Heide Fleiss. Al preguntarle el juez por qué un hombre de su situación necesitaba pagar par aconseguir favores sexuales Jack respondió: "Usted no comprende. No les pago para que vengan sino para que se vayan". Servicio discreto y profesional. Claro que, entre los bohemios, una forma de trangresión se ha buscado tradicionalmente en los burdeles. Ahí está el mito encarnado en numerosas obras maestras del cine y la literatura (Bell de Jour mi favorita) y ya lo dice Bolaño en su libro Los detectives salvajes: "El lumpenismo es la enfermedad infantil de los intelectuales". La realidad parece mucho más sórdida y desde luego nada romántica. Nadie parece haber encontrado una solución para este oficio, al parecer el más viejo del mundo: en Suecia persiguen a los clientes, en Holanda pagan impuestos, en el resto de Europa queda en el limbo de la legalidad, en España encuentras anuncios de contactos en una página de periódico y noticias sobre redes de tráfico humano en la siguiente, porque lo cierto es que prostitución y crimen (organizado o no) parecen azúcar y café. No hay burdeles de comercio justo. Detrás de cada puta hay un drama, o por lo menos una falta de alternativas dignas de trabajo. Son el escalón más bajo de la sociedad, testigos y víctimas de su lado más oscuro. En estas condiciones es difícil imaginar que una persona elija libremente ser teraPUTA (¿no es lo que son, al fin y al cabo?). Mejor vivir de otra cosa y regalar tu cuerpo a quien te apetezca.
Christina Rosenvinge, Relaciones sexuales de pago, SModa, El País, 22/10/2011
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