Reconstruir el vaixell de la ciència.
Estamos apenas comenzando el nuevo siglo y los tiempos son propicios para los sobresaltos. Algo parecido sucedió ya al comienzo del siglo XX: cuando muchos pensaban que con Newton se había llegado al conocimiento definitivo de la realidad física, las nuevas teorías de la relatividad y de la mecánica cuántica hicieron que en unos pocos años el edificio más seguro de la ciencia se viniera abajo. Y, mientras se producía el cataclismo, otros cambios profundos agitaban a la humanidad: estallaba la Primera Guerra Mundial, triunfaba la revolución bolchevique, el automóvil, la industria de base científica, la emancipación de las mujeres…
También ahora hay quien piensa que la física está acabada y que la posibilidad de que se produzcan grandes revoluciones en nuestro conocimiento de las leyes fundamentales que rigen el universo son muy escasas. Y de repente un grupo de científicos nos anuncia que sus neutrinos viajan más rápido que la luz, lo que, de ser cierto, pondría en cuestión uno de esos principios que permiten considerar casi completo el edificio de la física fundamental.
Seguramente no es verdad, dice la mayoría de los científicos. Algún error se ha cometido que se aclarará en cuanto se repliquen los experimentos. O, en el peor de los casos, algún ajuste habrá que hacer en nuestras teorías para que podamos interpretar los resultados de forma coherente con la mayor parte de la física actual, aunque haya que revisar otras cosas.
Los científicos están acostumbrados a reconstruir el barco sin dejar de navegar con él, a reformar todo el edificio de la ciencia sin desperdiciar ninguna de las piezas valiosas del viejo edificio. Y así se hará también en esta ocasión, si fuera necesario.
Pero los grandes cambios nunca vienen solos y estamos nuevamente en una era propicia para la revolución: el capitalismo no funciona, los estados nación no valen para gobernar una sociedad globalizada, las tecnologías no conocen límite. Parece llegado el momento de construir otro orden social. Si fuera así, deberíamos volver la vista a los físicos y aprender de ellos a reconstruir la casa sin dejar de habitar en ella. Hagamos una revolución distinta: la revolución de los neutrinos, en la que todo puede cambiar pero sobre bases sólidas, sin renunciar a nuestros logros y sin respetar ningún dogma.
Miguel Ángel Quintanilla, La revolución de los neutrinos, Público, 03/10/2011
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