Homes plorant i estereotips sexistes.


El sábado 19 el Fútbol Club Barcelona ganó su sexta copa en un año, una hazaña sin precedentes en la historia futbolística. Y a mí me encanta no sólo que lo haya conseguido sino, sobre todo, cómo: con un equipo básicamente de cantera, cohesionado y en pos de un objetivo común. Y me encanta Pep Guardiola, su entrenador, porque es filiativo: consigue aglutinar al equipo y sacar lo mejor de él.
También me gusta Guardiola cuando, emocionado por el triunfo, llora. A los medios de comunicación también les ha gustado. De ese llanto han dicho: "Guardiola lloró como un niño", "la tensión humana de un gran entrenador", "los hombres perfectos también lloran", "las lágrimas de Guardiola son las de un genio", "las lágrimas de un hombre feliz", "lloró de júbilo", etcétera. En definitiva, la mayor parte de personas entiende que es bueno saber expresar una emoción.
El control y la expresión de las emociones es uno de los puntales de la inteligencia emocional, ahora tan en boga, aunque, de hecho, descubierta a través de la experiencia empírica por una buena parte de la población cuando todavía carecía de nombre y de visibilidad.
La idea de que la razón es superior a la emoción y de que una y otra funcionan en sistemas separados quedó hace ya años obsoleta, al descubrirse que, si se daña la corteza prefrontal del cerebro -la parte más ejecutiva- de una persona, ésta, aun siendo físicamente competente y manteniendo sus capacidades mentales intactas, no es capaz de tomar decisiones ni de trazarse planes efectivos. En otras palabras, tiene problemas para regular su motivación y su conducta, lo que invariablemente la lleva a tener problemas laborales y afectivos. En resumen, tiene dificultades en su inserción como ser social. Recomiendo a quien tenga interés en el tema El error de Descartes, del neurólogo Antonio Damasio. Entonces, si razón y emoción son dos sistemas interconectados, la idea de que las mujeres son emoción y los hombres, razón, ¿de dónde sale? Nace de un prejuicio. Ser racional es preferible a ser emocional, con lo cual, y dado el lugar reservado en nuestra sociedad a hombres -preeminente- y a mujeres -subordinado-, no sorprende que al sexo considerado importante se le atribuyera la razón, y al secundario, la emoción.
Y el prejuicio alimenta unos estereotipos de género muy diferenciados, que sirven para educar de distinta forma a unos y a otras. "Los hombres no lloran" es una advertencia que han tenido que aguantar muchos niños en la construcción de su masculinidad. Porque a ellos, se les ha impedido, tradicionalmente, la expresión de sus emociones, todas excepto la ira. Mientras que a las chicas se las ha alentado a expresar cualquier emoción, excepto, claro está, esa misma ira. Por eso, por cómo se construye el género, sea masculino, sea femenino, resultan creíbles los resultados de los estudios que indican que ellas lloran un promedio de cuatro o cinco veces más al año que ellos.
El llanto convulso de Guardiola, con antecedentes tan notorios como las lágrimas de Federer en la derrota de Melbourne, puede llevarnos a creer que los estereotipos están superados y que los hombres ya no reprimen sus emociones tal como fueron entrenados a hacer, sino que las expresan libremente, dentro de un marco de control. Porque, desde luego, Guardiola no se tiró por el suelo, ni aulló, ni moqueó... Y, sin embargo, no. De momento, los estereotipos, aunque con bienvenidas modificaciones, siguen estando ahí. Así, los medios de comunicación nos muestran, en general, a los hombres llorando por el éxito conseguido o por el que no han alcanzado. Mientras que a las mujeres las presentan llorando en situaciones en las que son víctimas de una desgracia. Lloran por la muerte de un familiar, por al acoso a que han estado sometidas, por las secuelas de una enfermedad, porque han perdido su vivienda, etcétera. En cualquier caso, las cosas están cambiando. Ahora nadie le podría soltar a un perdedor lo que le dijeron a Boabdil: "llora, llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre".

Gemma Lienas, Cuando los hombres lloran, El País, 28/12/2009

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