El model polític de Hayek.
El Roto |
El modelo político de Hayek se
funda en cuatro principios teóricos que provienen del liberalismo clásico y del
siglo XIX. El primero es la primacía del “ideal liberal” sobre el “ideal
democrático” (Hayek, 2005, pp.
142-146). Según señala, este principio proviene del liberalismo conservador del
siglo XIX, de Lord Acton y de Alexis de Tocqueville. Los verdaderos
liberales serían los que adhieren a la libertad individual, entendida,
básicamente, como libertad negativa y económica, y no se definen por su compromiso
con la democracia, pues la ven solo como un medio.
El dualismo principal se establece entre liberalismo y totalitarismo. Hayek asume la tesis de la asimetría y
la disparidad entre liberalismo y democracia. Sostiene que el primero responde
a la pregunta sobre los límites del poder público, cómo gobernar en cualquier
régimen; la democracia, en cambio, responde al interrogante sobre quién
gobierna y ejerce el poder. Otra diferencia esencial se refiere a los límites
del poder estatal: “El liberalismo (en el sentido que tuvo en la Europa del
siglo XIX) se preocupa, principalmente, de la limitación del poder coactivo de
todos los gobiernos, sean democráticos o no, mientras que el demócrata
dogmático solo reconoce un límite de gobierno: la opinión mayoritaria” (Hayek, 1988, p. 142).
Esta postura teórica de Hayek lo
conduce a sostener que el liberalismo debe subordinar a la democracia: “Ninguno
de los dos sistemas excluye necesariamente al opuesto. Una democracia puede muy
bien esgrimir poderes totalitarios, y es concebible que un gobierno autoritario
actúe sobre la base de principios liberales” (Hayek, 1988, p. 143). Por tanto, al combinar las dos antítesis
mencionadas, liberalismo versus totalitarismo y democracia versus
autoritarismo, resultan cuatro tipos de regímenes políticos. Los adecuados o
aceptables que respetan la libertad individual son los liberales democráticos y
los liberales autoritarios, por una parte, y, por otra, habría dos tipos de
Gobiernos inadecuados, inaceptables y contrarios a la libertad individual: los
Gobiernos totalitarios, de carácter autoritario o de carácter democrático.
En consecuencia, rechaza la tesis de que un sistema liberal solo puede
existir en democracia y que es incompatible con un régimen autoritario puesto
que acepta los autoritarismos liberales o de mercado. Para Hayek, es preferible un autoritarismo, inspirado en los verdaderos
principios liberales, que una democracia ilimitada, basada en atavismos
primitivos como la búsqueda de la justicia social, la disminución de las
desigualdades socioeconómicas y la distribución democrática del producto (Hayek, 2007a). Asimismo, afirma que la
democracia liberal implica la plena libertad económica y un mercado libre de
restricciones estatales (Friedman,
1966).
El segundo principio, en el cual Hayek
concuerda con Schumpeter y otros
autores, se refiere al carácter instrumental de la democracia. Hay un antiguo
debate entre los liberales desde el siglo XIX sobre el carácter de la
democracia. Unos piensan que esta es solo un método político y otros sostienen
que se trata de un medio y de un fin en sí mismo, una forma de vida, basada en
la ciudadanía universal y social, en el reconocimiento pleno de los derechos no
solo básicos y políticos, sino también económicos, sociales y culturales. La democracia
implicaría la democratización de la sociedad, la apertura de formas efectivas
de participación no solo en el Estado, sino en los distintos subsistemas
sociales.
Hayek asume, inequívocamente, la primera postura.
Afirma que la verdadera democracia carece de todo contenido, es solo un medio,
y se reduce, estrictamente, a un método político de elección de los
gobernantes. Esta no podría extenderse a las principales organizaciones
económicas, administrativas y educacionales, pues por su naturaleza, son
jerárquicas y su democratización es imposible (Hayek, 1988). Por tanto, los conceptos de democracia social, económica y
cultural carecen de sentido. Asimismo, rechaza otras formas de democratización:
Existen por lo menos dos capítulos (respects) donde casi siempre es posible extender la democracia: atañe el uno al núcleo de personas que tienen derecho a votar y el alcance de las posibles cuestiones a decidir por procedimientos democráticos, el otro. En ninguno de los dos casos puede mantenerse seriamente que cada grado de extensión implica ganancia y que el principio democrático exija que la extensión se prolongue de modo indefinido. (Hayek, 1988, p. 145)
Todo sistema democrático que pretendiera ampliarse en ambos sentidos se
opondría a un orden liberal, y se convertiría en un “camino de servidumbre”
hacia un sistema totalitario (Hayek,
1976), y sería legítimo luchar contra este y derrocarlo (Hayek, 1976; 1988).
El tercer principio postula que la democracia es la realización del ideal
político del Estado de derecho. En su opinión, el Estado de bienestar ha
generado la decadencia del Estado de derecho.106 Su reinstauración implicaría
transformar tanto el nivel constitucional como el de las leyes para
reestablecer el principio clásico de la división de poderes. Además, habría que
derogar toda legislación que no cumpla con las condiciones necesarias ya
señaladas. Solo pueden formar parte del orden jurídico las verdaderas leyes que
han sido promulgadas para casos generales, y que son de carácter universal.
Para Hayek, la democracia debe
ser limitada, restringida y protegida. Sostiene que existen principios e
instituciones, como el derecho de propiedad y el respeto de los contratos, que
son condiciones de posibilidad del orden social que no podrían ser modificados
o limitados por la voluntad política mayoritaria de los ciudadanos. Es decir,
niega la validez del principio de mayoría, y concede un poder de veto a la
minoría política que comparte estos principios para impedir que se aprueben
modificaciones a estos. Todo sistema democrático que no se adecue a estas
exigencias se opone a un orden liberal (Hayek,
1976), por lo cual, es legítimo luchar contra este y derrocarlo (Hayek, 1980).
Hayek hace suya la crítica de Carl Schmitt al parlamentarismo. Este no sería un verdadero orden
político, donde coaliciones de grupos políticos y de poder de carácter
corporativo imponen legislaciones que solo favorecen sus intereses inmediatos,
y perjudican a las minorías empresariales (Hayek,
1980; Cristi, 1993). Para Hayek y
los teóricos de Mont-Pèlerin, es preferible un autoritarismo, inspirado en los
verdaderos principios liberales, que una democracia ilimitada (Hayek, 2007c). Por esto, Hayek, Friedman y otros neoliberales apoyaron activamente la dictadura de
mercado de Pinochet y de Videla.
Jorge Vergara Estevez, Mercado y
sociedad. La utopía política de Friedrich Hayek, Corporación Universitaria
Minuto de Dios, Bogotá 2015, pp. 211-215
Bibliografia:
2005, Los intelectuales y el socialismo, Unión Editorial
1988, Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial
2007a, El atavismo de la justicia social, Unión Editorial
1966, Capitalismo y libertad, Rialp
1976, Camino de servidumbre, Alianza
1980, El ideal democrático y la contención del poder, Estudios Públicos
1993, Hayek, Schmitt et l’Etat de Droit, Kimé
2007c, Nuevos estudios de filosofía, política, economía e historia de las
ideas, Unión editorial
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