El mercat segons Friedrich Hayek (I).

El Roto
Hayek dedica parte importante de su obra a la elaboración de su concepción del mercado. Esta se puede sintetizar en doce enunciados: (a) es el principal “orden autogenerado”; (b) es autorregulado; (c) posee una tendencia inmanente al equilibrio de los factores económicos, avalada por la teoría de la competencia perfecta; (d) el valor económico es subjetivo; (e) es un sistema de coordinación libre, que nunca es coercitivo; (f) está basado en el conocimiento concreto, Personal Knowledge (M. Polanyi), de sus participantes; (g) es más sabio que cualquier individuo o grupo humano; (h) se funda en la justicia conmutativa; (i) requiere del Estado para preservar las condiciones necesarias de su existencia y funcionamiento: la propiedad, el sistema de contrato y estimular la competencia; (j) solo el mercado libre permite el cálculo económico; (k) se basa en la libertad económica; (l) permite que el mayor número de personas pueda vivir, y (m) solo requiere algunos derechos básicos, y excluye el reconocimiento de la mayor parte de los derechos humanos.

A diferencia de Ludwig Mises, que fue su profesor y mentor, Hayek prefiere no emplear las expresiones “capitalismo” o “sociedad capitalista” por sus connotaciones críticas. Denominó a la sociedad de mercado como “sociedad extendida” o “sociedad abierta”. Por ello, su concepción del mercado no es explícitamente una defensa del sistema capitalista, como sucede con Mises, sino que es presentada como una descripción científica de su funcionamiento y como un ideal realizable.

Hayek concibe la sociedad como una articulación entre órdenes autogenerados (self generating-orders) y organizaciones, en la cual la primacía la tienen los primeros (Hayek, 1978a, vol. I, cap. II). Estos son sistemas de normas producidas por las actividades humanas, las cuales incluso pueden ser tácitas, como ya se ha señalado. El mercado sería el principal orden autogenerado (Hayek, 1978a, vol. I, cap. II) por excelencia, similar a los sistemas orgánicos o cibernéticos. “El estudio de los órdenes espontáneos ha sido durante mucho tiempo materia propia de la investigación económica, aunque la biología siempre se ha ocupado de ese tipo especial de orden espontáneo que denominamos organismo”  (Hayek, 1978a, vol. I, p. 66).

El mercado pertenece al kosmos y no a la taxis, que es el orden de las organizaciones. Hayek denominó “kosmos al orden espontáneo, autógeno o endógeno y taxis para el creado (por ejemplo, el orden de la batalla)” (Hayek, 1978a, vol. I, p. 67). Los órdenes creados u organizaciones, en cambio, se forman para realizar determinados fines. “El orden creado que hemos denominado exógeno u ordenación puede ser calificado de estructura, orden artificial u organización, término este último adecuado cuando se trata de un orden social dirigido” (Hayek, 1978a, vol. I, 67).

El carácter espontáneo del mercado se expresa en que no obedece a un plan o a una acción humana consciente, y su desarrollo no depende de la voluntad ni del cálculo. Es producto de la acción humana, pero no de un diseño; tampoco se orienta a realizar un conjunto de metas predeterminadas, como sucede con las organizaciones. Como se señaló, la actuación de los individuos en el mercado es similar al uso correcto y exitoso del lenguaje que se debe a la colaboración espontánea de los hablantes que actúan sin proponérselo de acuerdo con las reglas lingüísticas.

La carencia de un propósito general permite que sus participantes puedan actuar con una diversidad de objetivos particulares. La ausencia de un único y gran objetivo del mercado hace posible la convivencia pacífica y el mutuo beneficio de los diversos individuos, los cuales poseen sus propios conocimientos y objetivos.

Hayek propone llamar catalaxia al mercado para diferenciarlo de la “economía”, que puede ser planificada o diseñada: “Propongo que denominemos a este orden espontáneo del mercado una catalaxia que deriva del antiguo verbo griego kattallattein que, significativamente, da el sentido no solo de ‘traficar o cambiar’, sino también ‘admitir en la comunidad’ y ‘convertir de enemigo en amigo’”(Hayek, 1982d).

Considera que el mercado es un conjunto de interacciones que constituyen formas espontáneas de cooperación que se adecuan, y deberían hacerlo, a las leyes y normas tradicionales permanentes del proceso económico. Su carácter exitoso se expresa en que los resultados de su aplicación son beneficiosos, no solo para los participantes en las interacciones económicas, sino para todos los miembros de ese mercado. Este sería el gran descubrimiento de la economía política clásica.

Hayek afirma que el mercado es un sistema de cooperación y coordinación libre que nunca puede ser coercitivo. No solo hace posible la realización de la libertad personal, sino que siempre es un ámbito de libertad. Para ilustrar su postura, pone dos ejemplos. Supongamos, escribe, que en una región determinada hay una gran empresa que es el único empleador y los salarios que ofrece son considerados demasiados bajos por los que quieren trabajar. En el otro caso, hay solo un laboratorio que fabrica un medicamento del cual depende la conservación de la vida de personas que padecen una enfermedad. En ambos casos, dice Hayek, no se puede decir que el mercado restrinja la libertad de las personas porque estas empresas no obligan a nadie a trabajar para ellos o a comprar sus productos (Hayek, 1988, cap. IV). Afirma que el mercado asegura la libertad negativa —entendida como ausencia de coerción directa—, pero no incluye la libertad positiva como derecho a la vida y al trabajo. Por tanto, se puede decir que Hayek piensa en la libertad en y para el mercado: “Es indudable que ser libre puede significar libertad para morir de hambre, libertad para incurrir en costosas equivocaciones o libertad para correr en busca de riesgos mortales” (1988, p. 42).

Hace suya la idea de la mano invisible de Adam Smith, que pensaba que en el mercado las acciones movidas solo por el interés individual de los actores favorecen, espontánea e impensadamente, a muchos o al conjunto de la sociedad. Esta concepción es propia de la Ilustración escocesa de Ferguson, Smith y Burke. Según Mandeville, por ejemplo, el mercado trasmuta los “vicios privados” en “virtudes públicas”; es decir, convierte defectos morales individuales en acciones sociales útiles. Hayek cita a Adam Smith, quien atribuye al egoísmo propio de la naturaleza humana la conducta de los hombres en el mercado y en la vida social.

Para el teórico austriaco, el mercado constituye un orden económico, la catalaxia, en el cual no solo se establecen relaciones de convivencia pacífica, sino que se produce armonía, complementariedad y compatibilidad entre los diversos y heterogéneos saberes, fines y necesidades particulares. “Este sistema coordinador de los comportamientos individuales facilita considerablemente la coincidencia de expectativas y la utilización tanto de conocimientos como de la pericia ajena” (Hayek, 1979, p. 182).

A diferencia de los hombres de la sociedad tribal que orientaban su acción por las necesidades manifiestas de los otros, los hombres actuales se guían, o deberían hacerlo, por las señales abstractas del mercado (Hayek, 2007c, p. 328).

Las principales señales del mercado son los precios, “estos expresan las tasas o proporciones en que otras personas están dispuestas a intercambiar lo que ellas poseen, por lo que ellas desean. Esta idea de tasas variables de sustitución, tanto en la producción como en el consumo, se ha ido elaborando lentamente” (Hayek, 1978b, p. 17)

Asimismo, afirma que existe una tendencia a la armonía, es decir, al equilibrio de los factores económicos. Es decir, capital, trabajo y tecnología se combinan, espontáneamente, de modo óptimo en un mercado libre, por ello sería el mejor asignador de recursos. Esta idea proviene también de Smith, quien pensaba que la mano invisible de la Divina Providencia intervenía de modo permanente para producir esta articulación armónica. Hayek cita un texto de Smith donde se muestra la conexión entre la creencia de la mano invisible de la Divina Providencia y la tesis de armonía de intereses entre los empresarios y la sociedad

Los ricos, aunque el único fin que se proponen es la satisfacción de sus propios vanos e insaciables deseos, dividen con el pobre el fruto de todas sus propiedades. Una mano invisible los conduce a realizar casi la misma distribución de las cosas necesarias para la vida. Así sin pretenderlo, sin saberlo, promueven el interés de la sociedad y aportan medios para la multiplicación de la especie. (Smith, 2004, p. 324)


Hayek no era creyente como Smith, y se declaraba agnóstico, por lo tanto, piensa que no podríamos saber si el orden del mercado se produce por la intervención permanente de la divinidad. Reinterpreta estos textos “en lenguaje actual”, y afirma que las formas de articulación de los factores económicos y de cooperación espontánea en el mercado son un eficiente mecanismo objetivo e impersonal, pero que no podemos comprender. Según Hayek, “Fue Adam Smith el primero en advertir que casi nos hemos ‘dado de bruces’ contra ciertos métodos de ordenación de la cooperación económica que exceden los límites de nuestro conocimiento y nuestra percepción“ (cursivas nuestras, Hayek, 1990, p. 45).

Sin embargo, la mano invisible de Smith, según Hayek, no describe situaciones empíricas. Su invisibilidad consiste en que no se pueda observarla ni registrar, solo podemos conocer sus efectos benéficos para nosotros y para personas que nunca conoceremos. Propone considerarla como un modelo conceptual que no es visible ni observable.

En esta teoría el mercado es siempre competitivo. Hayek hace suyo el modelo de competencia perfecta de Walras y Pareto, que es un conjunto de ecuaciones que describen la situación ideal de competencia sin interferencias de ningún tipo. Sus supuestos son la propiedad privada y el sistema de contratos de compraventa.

Este modelo tiene dos supuestos: la movilidad completa de todos los factores de producción y la previsión perfecta de todo lo que ocurre en el mercado. No obstante, ninguna de estas condiciones se da en la realidad. Si se requiere previsión completa, el mercado no puede generarla. “La racionalidad de este modelo matemático no es simplemente neutral frente a las estructuras institucionales”, señala Hinkelammert (1970, p. 25). Por tanto, la pregunta sería cuáles son las medidas para que se pueda lograr el ordenamiento del mercado. Hayek dice que no es posible que la competencia sea plenamente perfecta, pero es posible aproximarse a esa situación ideal.

Jorge Vergara Estevez, Mercado y sociedad. La utopía política de Friedrich Hayek, Corporación Universitaria Minuto de Dios, Bogotá 2015, pp. 179-187

Bibliografia:

1978a, Derecho, legislación y libertad, Unión Editorial
1982d, Los principios de un orden social liberal, Estudios públicos
1988, Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial
1979, Derecho, legislación y libertad. El espejismo de la justicia social, Unión Editorial
2007c, Nuevos estudios de filosofía, política, economía e historia de las ideas, Unión editorial
1978b, Temas de la hora actual, Bolsa de Buenos Aires
2004, Teoría de los sentimientos morales, Alianza
1990, La fatal arrogancia, Centro de Estudios Públicos
1970, Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia, Universidad católica de Chile

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