El mercat segons Friedrich Hayek (2).

El Roto

Otro aspecto relevante en la concepción del mercado de Hayek se refiere a la teoría del valor. Rechaza la teoría objetiva del valor  —trabajo de Smith, desarrollada por Ricardo y Marx—; por lo tanto, los precios no tendrían un sustrato objetivo, y asume la teoría subjetiva del valor de Jevons:

En un orden complejo y autorregulado, lo que debemos entender en este proceso orgánico es que no son los costos lo que determinan los precios, sino, precisamente, son los precios que indican a la gente la magnitud de los costos que vale la pena invertir para la producción de un bien o servicio. (Hayek, 1978b, p. 16)

Este fue el tema de la segunda tesis de doctorado de Hayek. “La determinación de los precios, tanto de los factores de producción como de los bienes está fundado sobre el proceso de evaluación individual. En particular, la doctrina de la productividad marginal postula una relación material entre los factores y los productos”, especifica Dostaler (traducción nuestra, 2001, p. 49).

Dadas las condiciones del mercado, el individuo no puede conocer todos los resultados y las consecuencias de su acción; por eso, es necesario que actúe de acuerdo con las normas de este orden espontáneo, sin pretender comprenderlas ni justificarlas. En Individualism and Economic Order señala que, ante la imposibilidad de conocer el complejo funcionamiento del mercado, dadas las limitaciones de la razón humana, los individuos deben acatar sus normas sin cuestionarlas. “En cada sociedad compleja los resultados de la actuación de cada uno tienen mucho más alcance que su previsión posible, es necesario que el individuo se someta a las fuerzas anónimas y en apariencia irracionales de la sociedad” (Hayek, 1948, citado en Hinkelammert, 1970, p. 28).

Sin embargo, Hayek cree que a los hombres actuales, influenciados por el racionalismo y el iluminismo, ya no les basta constatar, a lo largo del tiempo, los efectos positivos que produce la acción guiada por las normas del mercado y exigen justificarlas racionalmente. “Precisamente, el hombre moderno tiende a rebelarse si no puede mostrar que son necesarias por razones que han sido demostradas y comprobadas por cada uno” (Hayek, 1948, citado en Hinkelammert, 1970, p. 28). Frente a este requerimiento, Hayek sostiene que la ciencia económica debería probar la tendencia al equilibrio de los factores económicos. “Solo a través de esta tesis de que hay esta tendencia (al equilibrio) la teoría económica llegaría a ser más que un ejercicio de lógica pura y se transformaría en ciencia empírica” (Hayek, 1948, citado en Hinkelammert, 1970, p. 28).

No obstante, ello está consciente de las dificultades que implica esta tarea. No solo no se ha conseguido verificar la tendencia al  equilibrio —contenida en la idea de la mano invisible—, sino que no sabe cómo podría lograrse. “La única dificultad es que estamos bastante a obscuras en: a) las condiciones en las cuales se supone la existencia de esta tendencia; b) la naturaleza del proceso por el cual se cambia el conocimiento individual” (Hayek, 1948, citado en Hinkelammert, 1970, p. 28). Siendo así, por razones prácticas, hay que acatar sus normas independientemente del referido problema científico.

Hayek distingue dos aspectos de la relación entre mercado y conocimiento, los cuales corresponden, lato sensu, a la distinción de Michael Polanyi entre conocimiento abstracto y científico, frente al conocimiento tácito y personal (Personal Knowledge). Hayek parte de la obvia constatación de que los actores requieren ciertos conocimientos para actuar en el mercado. Pero estos están dispersos y fragmentados, pues cada uno de los diversos partícipes lo poseen parcialmente. El conocimiento concreto de los sujetos es necesario para el funcionamiento del mercado que requiere integrarlos. No obstante, este conocimiento no es accesible a los economistas y a las organizaciones económicas (Hayek, 1983, p. 158).

En otro texto escribe: “Adam Smith claramente entendió que en una avanzada división del trabajo, la fabricación de alfileres, se basa en la utilización del conocimiento de millones de personas, que ninguna mente individual o autoridad alguna puede poseer” (Hayek, 1978b, pp. 15-16).

Toda sociedad tiene el problema de emplear de modo más eficiente los recursos y los conocimientos que poseen sus miembros para poder alcanzar objetivos que cada cual ha determinado. “Se trata de un problema de cómo lograr el mejor uso de los recursos conocidos por los miembros de la sociedad, para fines cuya importancia relativa solo ellos conocen. Es un problema de la utilización del conocimiento que no es dado a nadie en su totalidad” (Hayek, 1978b, pp. 15-16). La eficiencia de un sistema económico depende de su capacidad de usar de modo más completo el conocimiento existente. Los problemas económicos concretos siempre surgen temporalmente, y deben ser enfrentados y resueltos en plazos determinados.

Los conocimientos particulares son necesarios para desarrollar el proceso y realizar los ajustes deliberados. Esta información no es de tipo estadístico general ni tampoco corresponde a datos pasados. “El flujo constante de bienes y servicios se mantiene mediante constantes ajustes deliberados, mediante nuevas disposiciones tomadas día a día a la luz de circunstancias no conocidas el día anterior” (Hayek, 1983, p. 162).

Por ello, se requiere que las decisiones se puedan tomar con la rapidez necesaria por quienes conocen bien dichas circunstancias cambiantes y los recursos con que se cuenta para realizarlas. La economía de planificación central no puede lograr esa rapidez y adecuación porque debe enviar la información a las oficinas centrales que son las que toman las decisiones. “Es preciso resolver esto por medio de alguna forma descentralizada. Necesitamos la descentralización porque solo así podemos asegurar que el conocimiento de las circunstancias particulares de tiempo y lugar será prontamente utilizado” (Hayek, 1983, p. 163).

Según Hayek, el único sistema que permite resolver adecuadamente las referidas situaciones problemáticas es el llamado “cálculo económico”, basado en los precios que se establecen libremente en el mercado. Como se expuso, estos reúnen más información útil para la toma de decisiones económicas que la que cualquier individuo podría llegar a obtener (Hayek, 1983, p. 164).

El mercado realiza la justicia conmutativa, y Hayek piensa que “la justicia es atributo del humano comportamiento” (Hayek, 1979, vol. II, p. 49). Los hechos naturales o las conductas de los animales no son justas ni injustas. Estas expresiones tienen sentido solo para un sujeto libre, capaz de prever los resultados de sus actos y ser responsable de ellos. La conducta justa consiste en actuar guiado por las normas necesarias para la reproducción de los órdenes espontáneos.

No obstante, el apelativo de justo no se aplica solo a las acciones de los individuos, también pueden ser justas o injustas las acciones de una organización, pero estos apelativos no son aplicables a la sociedad en conjunto. Para Hayek, esta no es una organización, sino, básicamente, un conjunto de órdenes autogenerados, de tradiciones, aunque también necesita de organizaciones, especialmente del Estado.

Hacer lo justo implica que uno o muchos individuos deben realizar ciertas conductas o abstenerse de realizarlas, según sea el caso. Se trata de normas obligatorias que suponen como condición previa el conocimiento práctico de su existencia. Estas no necesitan haber sido verbalizadas. La justicia es una regla de conducta humana, y no es aplicable a los efectos desiguales, producto de transacciones que realizan los individuos en el mercado. Los individuos deben actuar en forma justa, es decir, adecuada a las normas del mercado, pero los resultados no son previsibles y tampoco pueden ser juzgados como justos o injustos. Hayek busca invalidar la crítica habitual que proviene de otras posturas teóricas que considera al mercado como un sistema injusto. Más aún, como señala en Nuevos estudios, la disparidad de los resultados que obtiene cada uno depende de su capacidad para comprender las normas abstractas que rigen la competencia en el mercado. Solo los miembros de la elite pueden entenderlas plenamente. La mayoría, en cambio, es “insuficientemente civilizada” y regida por “atavismos” del pasado (Hayek, 2007a).

Hayek ha dedicado un esfuerzo importante para criticar la concepción de “la justicia social” y las políticas públicas basadas en ella. El tema aparece en todas sus obras importantes, y le dedica el segundo tomo de Derecho, legislación y libertad. El espejismo de la justicia social (Hayek, 1979, vol. II). Considera que esta es una idea “errónea y perjudicial” con la cual se pretende justificar el intervencionismo estatal de los mercados. Por ello, rechaza el argumento de que la justicia social permitiría disminuir “las inequidades del mercado”. Para Hayek, la búsqueda de la ilusoria justicia social se opone al funcionamiento libre del mercado, y no puede sino producir consecuencias negativas e inesperadas. “Tal expresión carece por completo de sentido y su utilización es de carácter ilógico y fraudulento” (Hayek, 1979, vol. II, p. 81). Es decir, “la ‘justicia social’ es una mera fórmula verbal carente de contenido y que se utiliza tan solo para avalar determinadas pretensiones de ciertos grupos sociales” (Hayek, 1979, p. 81). En síntesis, es una ideología para justificar intereses particulares de grupos y obtener así lo que no pudieron lograr en la competencia del mercado.

Señala que “justicia social” se usa como sinónimo de “justicia distributiva”. Esta expresión fue introducida por Aristóteles, para el cual esta es una de las principales formas de la justicia, junto a la conmutativa, como ya se ha señalado. Sin embargo, para Hayek, no puede haber justicia distributiva en una sociedad de mercado, pues no existe un producto común: el producto interno bruto (PIB) o el producto geográfico bruto (PGB) que pudiera ser distribuido. Esta es una de las principales razones por la cual propuso reemplazar el término “economía”, asociado a la idea de la distribución del producto social, por el de “catalaxia”. Según Hayek, la falta de contenido del término “justicia social” se muestra en la ausencia de acuerdo sobre qué sería socialmente justo en cada situación específica. Constata que muchas personas están en desacuerdo con la llamada “distribución” de la renta nacional, aunque no saben con qué criterios podría “distribuirse” de otro modo. Hay cierto acuerdo sobre casos particulares, pero, insiste, no se ha encontrado una regla general que permita discernir en cada caso lo justo de lo justo.

La competencia libre excluye cualquier forma de justicia distributiva y toda consideración de méritos y conceptos análogos sobre los que podrían justificarse las demandas de justicia social. Respecto al problema del valor, para Hayek, el único valor que tiene un trabajo o un bien es su precio en el mercado, su “valor de cambio”, sin importar los merecimientos de sus productores. En relación con la justicia de las transacciones, la única justicia posible en el mercado es la conmutativa, que significa el intercambio de equivalentes.

Toda transacción libre es justa, solo se requiere que haya acuerdo sin coacción, independientemente de quiénes sean sus partícipes y de la opinión que pueda haber sobre sus méritos individuales.

Jorge Vergara Estevez, Mercado y sociedad. La utopía política de Friedrich Hayek, Corporación Universitaria Minuto de Dios, Bogotá 2015, pp. 187-193

Bibliografia:

1978b, Temas de la hora actual, Bolsa de Buenos Aires
2001, Hayek et sa reconstruction du libéralisme, Cahiers de recherche sociologique
1970, Ideologías del desarrollo y dialéctica de la historia, Universidad católica de Chile
1983, El uso del conocimiento en la sociedad, Estudios públicos
1979, Derecho, legislación y libertad. El espejismo de la justicia social, Unión Editorial

2007a, El atavismo de la justicia social, Unión Editorial

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