L´altre.
El otro -y sobre todo ese otro que está cerca de mí en sentido fuerte- guarda el secreto de lo que soy y, en el gesto de guardarlo, me constituye en la medida en que "es para mí lo que me ha robado el ser y lo que hace que haya un ser que es el mío", por dejar hablar de nuevo a Sartre. El otro es, prosiguiendo con la jerga filosófica, un polo ontológico. Un polo por el que me puedo sentir atraído, pero que, sobre todo, funda mi realidad. Que se me impone con su presencia pero que -he aquí su principal peligro- me puede hacer sentir que estoy de más. El otro es aquel que me impide ser a voluntad, ser a la carta. Es aquel contra el que se estrella mi mala fe. El que me deja en evidencia: el que se resiste, desde su libertad, a devolverme la imagen que yo deseo o necesito. El otro, en suma, a menudo, se convierte en obstáculo para esa particular modalidad de autoengaño -la mala fe- en la que la autoestima (el amor por la propia imagen) sustituye al amor propio (el amor por la realidad de uno mismo). Por eso el enfermo de mala fe se suele lamentar: si no fuera por los demás...
Manuel Cruz, Intimidad, ¿qué intimidad?, Babelia. El País, 17/04/2010
http://www.elpais.com/articulo/portada/Intimidad/intimidad/elpepuculbab/20100417elpbabpor_23/Tes?print=1
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