Marxisme heideggerià (Marcuse)







¿Qué busca el joven Marcuse (años 28-32) en la lectura de Heidegger? Un “correctivo” al devenir del marxismo de la época: contemplativo, cientificista, evolucionista. La teoría se ha separado de la acción, el tiempo de la espera ha sustituido al tiempo de la decisión.
Marcuse busca hacer de nuevo del marxismo una filosofía concreta, inyectándole una dosis de “Ser y tiempo”. Filosofía concreta significa “historicidad”: lo primario no es la conciencia, el cogito, sino el estar-en-el-mundo, entre las cosas. El ser-ahí vive “arrojado” en un mundo común e histórico.
Pero su existencia está primeramente “caída”. Toma el mundo que hay como lo único que puede ser, repite y replica, vive así una “existencia impropia”. Asumiendo radicalmente su propia finitud como despertador radical, puede revocar lo dado y reapropiarse de las posibilidades del ser propio. Es el cuidado, la cura.
Marcuse interpreta la “analítica existencial” de Heidegger en clave social y revolucionaria. El estar-en-el-mundo no es igual para todos, porque ese mundo está dividido en clases. La reapropiación del ser propio no ha de ser un asunto individual, sino colectivo y de clase.
La filosofía no es una ciencia abstracta, involucra una transformación del sujeto, se vuelve práctica. Esto añade Heidegger al marxismo. Esa transformación del sujeto no ha de ser individual, sino “acción radical”, colectiva y revolucionaria. Eso añade Marx a Heidegger.
El capitalismo no es una economía, sino un modo de existencia. La crisis del capitalismo es la crisis de la existencia, el “ser para la muerte” como despertador radical pero esta vez en clave histórica y social.
La filosofía concreta se hace finalmente pública: Sócrates ante sus jueces, Platón en Siracusa, Kierkegaard contra la iglesia estatal. Revolución = filosofía concreta + plaza pública. Una cura colectiva.

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