Plató i el mite de Thot
Hacia el final del diálogo “Fedro”, Platón expone el llamado Mito de Thot. La historia escenifica Naucratis, la ciudad más griega en Egipto, y nos cuenta como el dios Thot fue el inventor de una serie de artes como la geometría, la magia, la astronomía, el juego de damas y también, finalmente, la escritura jeroglífica. La historia reproduce una conversación entre un egipcio llamado Thamus oriundo de Tebas y el dios Thot, sobre las virtudes de las artes que había traído el dios a los egipcios.
Platón se centra básicamente en los pros y contras de la escritura, y a través de Thamus expone, que la escritura, junto a sus ventajas, posee una serie de problemas.
Primero el de relegar la memoria de las personas, ya que grabar memorísticamente una idea o una acción evita el olvido que suele tener lugar cuando solo se lee un texto. En segundo lugar aparece el problema más acuciante. A través de lectura de textos se pone en manos de muchas personas la sabiduría de los mismos, se libera el acceso a una sabiduría que la mayoría de lectores ni han buscado ni han generado.
Los lectores, a través de los textos, van a creer que son sabios y de hecho lo normal es que continúen siendo perfectos ignorantes.
Para entender el trasfondo del mito y la crítica a la cultura escrita o al menos sus desventajas, hay que poner en relación a este mito con el viaje de Platón a Egipto. Platón como Pitágoras, fue aceptado por sacerdotes egipcios en los templos y pasó grados de iniciación a los misterios y a los jeroglíficos. Y es en estos misterios que Platón descubre las limitaciones del lenguaje escrito. Advirtió Platón que transmitir tanto teoría como praxis a través de un lenguaje escrito es exponer el conocimiento a personas que no se han ganado este acceso por sí mismas. Descubrió que la iniciación egipcia implicaba vivencias, intuiciones y experiencias corporales, que el conocimiento era transmitido holísticamente por una representación cuasi teatral y por tanto era mucho más rica que la rutina de leer unos textos o realizar unos ejercicios.
Cuando Platón retornó a Atenas esta vivencia iniciática egipcia sobre el conocimiento tuvo sus consecuencias para su obra.
Consideró Platón que sus textos serían herencia para generaciones futuras y eran positivos, pero si los exponía como lecciones se apartaba de la mentalidad egipcia, es decir ofrecía a personas amorales como por ejemplo Alcibíades, un tesoro que no se merecían, ni habían buscado. La solución platónica a esta contradicción fue exponer toda su obra en forma de diálogos. El diálogo es lo más cercano a la iniciación, a que los dialogantes vayan descubriendo poco a poco el conocimiento y tengan tiempo vivencialmente para reflexionar sobre ello. Cierto que el diálogo platónico esta construido por la lógica y lo racional, pero su escenario reproduce la atmósfera iniciática y mística de una experiencia.
Pero el diálogo por muy perfecto que fuera, tiene y tenía un problema, del que Platón fue consciente. Platón sabía que si se exponía de forma clara una idea o una acción, la posibilidad de que los tontos se apropiasen de ella volvía estar presente. Para ello la solución genial de Platón fue el dialogo aporético. La mayoría de los diálogos de Platón no terminan en positivo sino en negativo, en una contradicción. No obstante, si el lector se toma el diálogo en serio como una vivencia de iniciación al saber, descubre al repetirlo por segunda o tercera vez, que oculto en el texto hay escondida la solución del diálogo y por tanto de la aporía. Solo quien interioriza el diálogo se aproxima a una iniciación.
Este fue el compromiso de Platón entre Grecia y Egipto, entre lo racional y lo místico. De ambas culturas, aprovechar lo mejor de cada una de ellas. Lamentablemente Occidente no tuvo en cuenta esta crítica al conocimiento escrito, optó por la solución de Aristóteles. Es decir transmitir el conocimiento en lecciones magistrales básicamente intelectuales y sin aporías, que es el conocimiento actual universitario. Y así se ha construido la ciencia occidental y nuestra cultura, que permite a personas que no buscan el conocimiento “per se”, ni lo han generado, apropiarse del mismo y ser médicos, abogados o científicos. En otras palabras, los futuros profesionales aparte de no haber generado el conocimiento de su profesión, van a aprender básicamente lo intelectual de la misma, y dejarán fuera lo emocional, lo inconsciente, lo holístico y lo espiritual de dicha profesión. Con este argumento yo no pretendo condenar a todo conocimiento que provenga de una lección magistral, hay buenas y malas lecciones académicas, solo trato de señalar sus déficits.
Respecto al conocimiento deberíamos decir: “Perdón Platón, hemos pecado gravemente contra ti”.
Octavi Piulats Riu, 04/05/2024
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