Capitalisme: la patologia de la satisfacció.
Cuando Aristóteles habla de economía, dice que por un lado está la economía (las reglas de la autosatisfacción doméstica) y por otro lado la crematística. La crematística es una patología de la satisfacción, la riqueza como demanda de más riqueza. La mercancía deja de ser un medio para satisfacer una necesidad vital básica y se convierte en el medio para adquirir más riqueza. Pues bien, esa patología es la normalidad en el capitalismo.
Dejadme un momento que haga un inciso, yo creo que el capitalismo siempre ha modelado subjetividades. Eso no es nuevo. Franz Kafka, en esas maravillosas conversaciones que mantiene con Gustav Janouch al final de su vida, lo resume en esta frase, de una concisión y de una elocuencia definitivas: "el capitalismo es un estado del mundo y un estado del alma". Es una frase que resume muy bien esto que a lo dos nos interesa: cómo el capitalismo construye antropológicamente subjetividades disolviendo los vínculos y, por lo tanto, la corporalidad misma.
Hoy hemos pasado, como dice Amador Fernández-Savater, de los mandatos del superyó clásico ("no hagas") a este mandato del neoliberalismo que dice "haz": haz constantemente, haz inmediatamente, no residas jamás en tu cuerpo, alimentando así la rueda de hámster que tú mencionas una y otra vez.
Entonces, ¿cómo formular el problema? En términos políticos, Fermández-Savater explica muy bien que la izquierda se ha vuelto represora, reguladora, normativa, puritana. La izquierda, frente a este dominio del goce, del hambre siempre insatisfecha, propone un ideal militante, una subjetividad ascética muy poco atractiva y que no apetece imitar.
Y más ahora que hay que trabajar con subjetividades jóvenes construidas en estos marcos de percepción, en estos marcos tecnológicos. ¿Qué respuesta dar ahí? Allí donde el hambre insaciable es la materia aérea de la que partimos, ¿cómo podemos introducir sin represión algunos torniquetes que frenen la sangría, algunos diques de contención, algunas boyas a las que aferrarnos?
O de otra manera, como lo planteaba yo en algún momento, ¿podemos conseguir que la represión nos parezca bella? Porque quizás ahí esté de alguna manera la respuesta; quizás tenga que ver con otro elemento que tú citas, que es el amor. El amor? De pronto renuncias a comértelo todo en favor de un objeto limitado al que amas. El hambre insaciable se aquieta por amor. La cuestión de los límites me parece fundamental: cómo conseguir que nos parezca más bella, más hermosa, la conservación que la destrucción.
... yo forjé una pequeña fórmula en un libro que escribí hace muchos años titulado Capitalismo y nihilismo. Esa fórmula dice: poco es bastante, mucho es ya insuficiente. La fórmula opone lo poco que basta y lo mucho que nunca, por mucho que añadamos, nos va ya a satisfacer. Entonces, ¿cómo conseguir que esa satisfacción, de la que has empezado tú hablando, la satisfacción de lo que es bastante, de lo que es suficiente, nos parezca al mismo tiempo bella?
Cómo hacer, sí, que lo poco sea bello, que lo bastante sea bello. No sé si es esta una batalla de alguna manera perdida; quizás no.
Santiago Alba Rico, Un hambre infinita, publico.es 22/05/2024
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