Si tot és exagerat, res ho és.



Para quienes participan del debate público dominados por la pasión ideológica, la diversión está asegurada: entre el sesgo y el zasca, se nos van las horas. Pero quizá se nos congele la sonrisa si atendemos al efecto general de esta dinámica. Ante la deformación sistemática de la realidad, ¿cómo distinguirá el votante la verdad de la mentira, los hechos de las falsedades, lo relevante de lo irrelevante? Quizá no sepa: si todo es tremendo, nada lo es. Tampoco aquello que desde luego parece serlo, como el desafío separatista al orden democrático o la interesada ruptura del bloque constitucionalista.

En fin, hay quienes sostienen que no debemos preocuparnos: el pandemónium democrático es también signo de vitalidad. Y pudiera ser. Pero quizá exageran.

Manuel Arias Maldonado, Hiperboland, el mundo.es 27/10/2018

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