Correlacionisme dèbil i correlacionisme fort.





Según Meillassoux, debemos distinguir entre el correlacionismo débil de Kant, que afirma que podemos pensar el noúmeno aun cuando no podamos conocerlo, y el correlacionismo fuerte, que sostiene que ni siquiera podemos pensarlo. El correlacionsmo débil insiste en la finitud de la razón y en la naturaleza condicional de nuestro acceso al ser. Las condiciones del conocimiento (las categorías y las formas de intuición) son solo aplicables al ámbito de los fenómenos, no a las cosas-en-sí. De ahí que las estructuras cognitivas que rigen el ámbito fenomenológico no sean rasgos necesarios de las cosas-en-sí.

Hegel, no obstante, señalará que Kant ya ha sobrepasado la frontera entre lo cognoscible y lo incognoscible al presumir el conocimiento de que la estructura de las cosas-en-sí difiere de la estructura de los fenómenos. En consecuencia, Hegel procederá a reinyectar aquello que es trascendentalmente constitutivo del "para nosotros" en el "en-sí". Así, en el idealismo absoluto hegeliano el pensar fundamenta una vez más su propio acceso al ser y redescubre su infinitud intrínseca.

Mientras que el correlacionismo débil de Kant enfatiza la insoslayable contingencia inherente a la correlación entre pensar y ser, el hegelianismo absolutiza la correlación y de ese modo insiste en el necesario isomorfismo entre la estructura del pensar y la del ser. 

A este reespecto, el correlacionismo fuerte también echa por la borda la cosa-en-sí, retiene el gran valor que da Kant a la ineluctable contingencia de la correlación, que, como es bien sabido, Heidegger radicalizará con la noción de "facticidad" (Faktizität). Así, el correlacionismo fuerte, como queda ejemplificado en figuras como Heidegger y Foucault, insiste -en contra de Hegel- que la contingencia de la correlación no se puede racionalizar ni fundamentar en la razón. En ello reside la relevancia antimetafísica de conceptos que han hecho época, como la "historia del ser" de Heidegger o la "arqueología del saber" de Foucault. En consecuencia, para romper con el correlacionismo debemos relegitimar la posibilidad de pensar la cosa-en-sí, pero sin absolutizar la correlación ni recurrir al principio de razón suficiente. (137-138)

Ray Brassier, Nihil Desencadenado, Materia-Oscura 2017

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