La veritat de Sòcrates.
Ante la Heliea, Sócrates asevera: «[…] de mí vamos a oír toda la verdad»1. Aquí tenemos que entender, para ser concisos: Mi verdad. Y es que toda la verdad es demasiado para un individuo, incluso para el hombre más sabio de Atenas. Pero esto carece de importancia, pues, al fin y al cabo para los griegos la humildad no es precisamente una virtud que valga la pena, tampoco para Sócrates (aunque éste sea considerado un antigriego2). No, no nos dejemos seducir por las palabras del filósofo ateniense, no pensemos que blande su humildad cuando nos dice: «no he tenido tiempo libre de hacer nada digno de fama […] estoy en la extrema pobreza a causa del servicio al dios»3. Todo lo contrario, detrás de esas aparentes palabras humildes está el orgulloso filósofo que no aceptará, en caso de que así lo decida la Heliea, ser absuelto bajo la condición de abandonar su obsesiva (y divina) misión, a saber, instalar en la conciencia de los ciudadanos atenienses la virtud que lleva profesando hace años, una virtud que no apunta a un bien común, sino al bien particular. La moralidad que trae Sócrates bajo el nombre de virtud sólo puede minar la democracia ateniense4 cuando ésta haya sido inoculada en sus ciudadanos. Sócrates lo dice muy claramente ante quienes le juzgan: «[…] tengo que obedecer a la divinidad antes que a vosotros […]»5. En efecto, antepone su «principio de moralidad» (que diría Hegel) a la ley del Estado. El filósofo ateniense se guía por su fuero interno, un fuero interno que tiene voz propia, una voz que tiene algo divino y demónico, una voz que le habla desde que era un niño. Ahora tiene setenta años y está ante la Heliea, tratando de defenderse de falsas acusaciones, de calumnias infundadas que nacen de la envida y el rencor, y la voz que lleva dentro le hace de guía. Conque no os fieis de este filósofo, pues él, como todos los filósofos, es un dogmático de sus verdades6, y sus verdades están por encima de todo, de las leyes de la polis también, aunque él diga todo lo contrario.
Onofre Castells, No os fieis de Sócrates, La cuestión de la verdad 03/10/2018
1Platón, Apología de Sócrates, 17bc.
2«Reconocí a Sócrates y a Platón como síntomas de ruina, como instrumentos de la disolución griega, como seudogriegos, como antigriegos» (Nietzsche, 2013).
4«La reflexión aparece en la democracia griega con Sócrates; y con él viene la moralidad, por la cual aquella democracia es destruida» (Hegel, 2017).
6 los filósofos «han amado hasta ahora sus verdades», lo que les ha convertido en dogmáticos de «sus verdades» (Nietzsche, 2012).
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