Justícia i guerra en Heràclit.
Heráclito asegura que la identidad de las cosas es su mismo ser diferente y opuesto, su mismo diversificarse y oponerse a las otras, y llama “guerra” (pólemos) a la oposición en la que consiste cada una de ellas y de la cual se genera. Lo que hay de idéntico en cada realidad es la contraposición misma de cada cosa con las otras. La discordancia, el contraste y la oposición son el mismo principio de concordancia, armonía y unidad de las propias cosas.
La identidad de lo diferente no puede ser algo particular, es la oposición de cada cosa con respecto a las otras, su no ser las otras, su ser justamente algo “diferente”. Ese no ser el otro de él no es algo particular y limitado, que concierne sólo a algunas cosas: el no ser del otro de él mismo constituye todas las cosas y por lo tanto es ilimitado, ápeiron. Anaxímenes se preguntaba qué es el ápeiron, y Heráclito contesta: es el no ser el otro de él mismo, o sea, el oponerse de cada cosa a todas las otras.
En este camino, Heráclito retoma la reflexión sobre los conceptos de justicia e injusticia. Aclara cómo cada cosa puede ser lo que es sólo en cuanto se encuentra unida a las otras en la relación de oposición; y la oposición, la disputa, apaga la prevaricación de la injusticia. La justicia es disputa, justamente porque en el contraste de la oposición, o sea en la guerra universal, continúa negada la “arrogancia” de cada cosa singular.
El devenir de las cosas tiene una particular importancia para Heráclito, porque en el universo visible supone la vinculación que une a los opuestos: la paz nace de la guerra, la guerra de la paz… Y más aún: en el devenir, tanto el contraste y la oposición de las cosas como la unidad de los opuestos, se presentan de la manera más manifiesta. En el devenir, cada cosa se convierte en su contrario.
Carlos Javier González Serrano, Heráclito: concordancia de los contrarios, El vuelo de la lechuza 19/03/2015
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