Ira, indignació i espai públic (Byung-Chul Han).
Indignació i espai públic:
Las olas de indignación son muy eficientes para movilizar y aglutinar la
atención. Pero en virtud de su carácter fluido y de su volatilidad no son
apropiadas para configurar el discurso público, el espacio público. Para esto
son demasiado incontrolables, incalculables, inestables, efímeras y amorfas.
Crecen súbitamente y se dispersan con la misma rapidez. (…) Les faltan la
estabilidad, la constancia y la continuidad indispensables para el discurso
público. No pueden integrarse en un nexo estable de discurso. (Sociedad de la
indignación, 10)
La sociedad de la indignación es una sociedad del escándalo. Carece de
firmeza, de actitud. La rebeldía, la histeria y la obstinación características
de las olas de indignación no permiten ninguna comunicación discreta y
objetiva, ningún diálogo, ningún discurso. (Sociedad de la indignación, 10)
Ahora bien, la actitud es
constitutiva para lo público. Y para la formación de lo público es
necesaria la distancia. (Sociedad de la indignación, 10)
Las olas de indignación muestran una escasa identificación con la comunidad.
De este modo, no constituyen ningún nosotros
estable que muestre una estructura del cuidado conjunto de la sociedad. Tampoco
la preocupación de los llamados «indignados» afecta a la sociedad en conjunto;
en gran medida, es una preocupación por
sí mismo. De ahí que se disperse de nuevo con rapidez. (Sociedad de la
indignación, 10)
Ira vs indignació:
La primera palabra de la Ilíada es
menin, a saber, la ira. «Canta, oh
diosa, la ira del Pelida Aquiles», leemos al principio de la primera narración
de la cultura occidental. La ira puede
cantarse aquí porque soporta, estructura, anima, vivifica. Es el medio heroico por excelencia de la
acción. La Ilíada es un canto de la ira. Esta ira es narrativa,
épica, porque produce determinadas acciones. En esto se distingue la ira del
enfado como efecto de las olas de indignación. La indignación digital no puede cantarse. No es capaz de acción
ni de narración. Más bien, es un estado
afectivo que no desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción. La distracción
general, que caracteriza a la sociedad de hoy, no permite que aflore la energía
épica de la ira. La cólera, en sentido enfático, es más que un estado afectivo.
Es una capacidad de interrumpir un estado existente y de hacer que comience un
nuevo estado. La actual multitud indignada es muy fugaz y dispersa. Le falta
toda masa, toda gravitación, que es
necesaria para acciones. No engendra ningún futuro. (Sociedad de la
indignación, 10)
Byung-Chul Han, En el
enjambre, Herder, Barna 2014
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