Més de cinc sentits.


Los cinco sentidos tal y como los conocemos hoy en día datan de la Antigua Grecia. Fue Aristóteles quien los estableció en el tratado De Anima. Más de 2300 años después, seguimos aceptando un modelo que para algunos expertos queda obsoleto. En la ciencia del siglo XXI hay para todos los gustos. Desde las voces que los recortarían a tres hasta quienes hablan de ellos por millares. El debate está servido.

Al cine no le ha faltado ocasión para recrear un sexto sentido que conecta con el más allá. Incluso ha servido para dar título a una película que narra la relación de un niño con seres que no habitan en este planeta. La cultura popular también alude a una capacidad que responde a la intuición y atribuyen al género femenino.

Lo cierto es, hoy por hoy, que tenemos cinco sentidos y cada uno de ellos alude a una experiencia sensorial. “Hay que entenderlo como la capacidad que tenemos para detectar distintos tipos de estímulos (“modalidades sensoriales”) y reaccionar ante esa información, elaborar una respuesta”, señala María Luz Montesinos, neurocientífica y responsable del Comité de Comunicación de la Sociedad Española de Neurociencia (SENC).

Son muchas las escuelas que proponen un sistema ampliado, conscientes de que la versión actual es limitadora. “Aunque se suele hablar de los cinco sentidos en realidad existen más modalidades sensoriales. Las hay conscientes, es decir, nos damos cuenta de lo que vemos, olemos y oímos, y otras inconscientes, que no percibimos como tales. Ser conscientes o no de los estímulos depende de dónde se transmita la señal”, indica la científica.

El debate se centra en que el concepto se refiere a un grupo de células sensoriales que no solo responden a un fenómeno físico, sino también se corresponden con una región específica del cerebro. La ciencia los llama sentidos somáticos, pues activan más mecanismos que los anteriores. “Por ejemplo, nuestro sistema vestibular, que está en el oído, detecta la aceleración rotacional y lineal, para que podamos mantener el equilibrio”, argumenta .

Nociocepción: reflejo del dolor

Si alguna vez has sentido dolor (como el común de los humanos), es porque tienes activada la nocicepción.

De ahí que muchos investigadores aboguen por definir sentidos según los receptores.

Propiocepción: posición y movimiento

Observa un segundo la posición de tu cuerpo de forma subjetiva. Cierra los ojos y eleva una pierna. Aunque no la veas, sabes de forma aproximada donde se encuentra. Sería algo así como el sentido de la posición.

El neurofisiólogo Charles Sherrington acuñó el término como: “la percepción de las articulaciones y los movimientos del cuerpo, así como la posición del cuerpo o sus segmentos en el espacio”. Este sentido sería determinante para atletas y deportistas y requeriría la estimulación de mecanoreceptores de umbral a través de los movimientos del cuerpo.

“Son los husos musculares, los órganos tendinosos de Golgi y los receptores articulares los que nos dan información del estado de longitud y tensión de cada uno de nuestros músculos, o de la posición de las articulaciones”, declara Montesinos.

“Los sentidos ‘clásicos’ envían su información a la corteza cerebral, la región más compleja del cerebro. Los propioceptores, por ejemplo, envían la información a la médula espinal, por lo que están implicados en actos reflejos, no voluntarios”, continúa la experta.

No se trata de una simple señal de los sentidos que conocemos ya que en la percepción influyen la memoria y el aprendizaje, según deduce un estudio de la Universidad de Deportes de Shangai publicado en el Journal of Sports Health Science.

Interopcepción: sentir el interior

Lo que ocurre en el interior del organismo poco tiene que ver con las sensaciones externas. “Podemos hablar de otras modalidades no conscientes. Detectamos la presión arterial gracias a terminaciones nerviosas, al igual que el volumen de inflado pulmonar; el cuerpo carotídeo detecta la presión parcial de oxígeno arterial; tenemos receptores en el bulbo raquídeo que detectan el pH del líquido cefalorraquídeo, y así podríamos seguir”, comenta la neurociéntifica.

Esto significaría que los órganos internos contarían con un sistema paralelo ligado únicamente a los órganos. “Todos esos receptores nos ayudan a regular funciones básicas del organismo, mientras que los sentidos ‘clásicos’ nos ayudan a construir un mapa del ambiente que nos rodea”, concluye.

Aunque la lista de propuestas complementarias es larga,existe otra versión purista y restrictiva que reduce el número de sentidos solo a tres. ¿Cómo? Se aglutinarían en mecánicos (oír, sentir y propiocepción), químicos (gusto y olfato) y luminosos (vista), según cuenta Christian Jarret, neurocientífico y autor del libro Grandes mitos del cerebro, en un artículo para la BBC.

La pregunta está en qué necesita un impulso para ser considerado sentido. ¿Podrían sus combinaciones actuar como uno de ellos si aportan información valiosa para quien la recibe?. Este es el caso de la ecolocalización, un sistema que ha permitido a un grupo de ciegos ir en mountain bike.

Rocío Navarro Macías, ¿Realmente tenemos cinco sentidos?, La Vanguardia 07/05/2016

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