Esperanza tecnológica.
Desconfiar del utopismo tecnológico no significa demonizar la técnica. Sólo recientemente, cuando se ha plegado al mito mecanicista, la técnica ha tomado una deriva preocupante que afecta al ejercicio mismo de la libertad. (...) La técnica va en busca de su perfección y, para ello, nos utiliza. (...) Nos utiliza como la flor utiliza a la abeja. Las máquinas se reproducen utilizando a otra especie que se rinde a sus encantos. La técnica nos seduce, nos hace creer que la manejamos a ella, cuando es ella la que acaba definiendo nuestro modo de vida, nuestra jornada, nuestra forma de trabajar.
El utopismo pone la mirada en el futuro. Se distrae del presente. Neglige con él. El imaginario futuro sustrae nuestra atención, la hace selectiva a fines, objetivos y voluntades. El utopismo que quiere llegar a la luna vive ya en la luna, Esa es la magia de lo mental. La sociedad embarcada en la aceleración del progreso técnico es utópica y el material sobre el que trabaja esa utopía ya no es la reforma social, es la perfección técnica.
La esperanza humana se ha tecnificado, se ha deshumanizado. Si observamos el asunto detenidamente, advertimos que sobre el futuro no se cierne el paraíso. Mas bien al contrario. El panorama es cada día más sombrío. Mientras tanto, las redes sociales y los metatarsos, trabajan por una humanidad infantilizada, debilitada u sometida al fetiche de la popularidad.
El desarrollo tecnológico libera el trabajo la persona. Hace posible el ocio y el tiempo libre. Jünger advierte que esta es una idea que no se ha probado en absoluto y que el hecho de repetirla no la hace más verdadera. "Un hombre liberado del trabajo no se vuelve por ello apto para el ocio." Oscar Wilde lo ratifica: no hacer nada es lo más difícil del mundo. "Es ínfimo el número de individuos capaces de asumir el ocio. La mayoría, cuando gana un sobrante de tiempo, no hace otra cosa que matarlo.." (...) En Inglaterra t otros países desarrollados, la clase obrera, hoy liberada y subvencionada por el Estado, organiza su tiempo en torno al pub y el fútbol. (...) El siguiente paso es la depresión, a la que sigue la medicalización. Ese es el modelo. Huxley no andaba desencaminado. Los excedentes de la técnica se invierten en la construcción de hospitales. El nuevo negocio global: la salud, indispensable para una civilización enferma.
Juan Arnau, El hambre y la máquina, La maleta de Portbou, nº 67, noviembre-diciembre 2024
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