Racionalitat i percepció del risc.
Pruebe el siguiente experimento. Vaya al aeropuerto y pregunte a los
viajeros de camina a algún destino remoto cuánto estarían dispuestos a pagar
por una póliza de seguros que les garantizase, por ejemplo, un millón de
tugrits (la divisa de Mongolia) si murieran durante el viaje (por cualquier
razón). Después pregunte a otro grupo de viajeros cuánto estarían dispuestos a
pagar por un seguro que pagase la misma cantidad en caso de muerte en un
atentado terrorista (y sólo en un atentado terrorista). Adivine en qué caso se
pagaría un precio mayor. Lo más probable es que la gente pagaría más por la
segunda póliza (aunque la primera incluye el fallecimiento en un atentado
terrorista). Los psicólogos Daniel Kahneman
y Amos Tversky lo descubrieron hace
varias décadas. Lo más irónico es que una de las poblaciones encuestadas no era
gente de la calle, sino adivinos profesionales que habían acudido a la reunión
anual de una sociedad de clarividentes. En lo que ya es un experimento famoso,
concluyeron que la mayoría de la gente, ya sean adivinos o no, considerará que
una inundación mortal (que provoca miles de muertes) causada por un terremoto
en California es mucho más probable que una inundación fatal (que provoca miles
de muertes) en cualquier parte de Estados Unidos (que resulta que incluye a
California). Como vendedor de derivados he observado que a la gente no le gusta
asegurarse ante riesgos abstractos; el riesgo que atrae su atención siempre es
algo muy vivido.
(…) Es un hecho que nuestro cerebro tiende a buscar pistas superficiales
cuando se trata de riesgos y probabilidades, estando estas pistas determinadas
fundamentalmente por las emociones que despiertan o la facilidad con la que
surgen. Además este problema sobre la percepción del riesgo, también es un
hecho científico, y uno sorprendente, que tanto la detección del riesgo como la
evitación de los riesgos no se resuelven en la parte “pensante” del cerebro,
sino en la parte emocional (la teoría de los “riesgos como sentimientos”). Las
consecuencias no son triviales: significa que el pensamiento racional tiene
poco, muy poco que ver con evitar riesgos. Gran parte de lo que parece hacer el
pensamiento racional es racionalizar las acciones de uno ajustando algún tipo
de lógica a las mismas.
Nassim Nicholas Taleb, ¿Existe la
suerte? Las trampas del azar, Booket, Barna 2009
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