Karl Marx: "La religió és l'opi del poble".


Para Alemania la crítica de la religión ha alcanzado su fin sustancialmente; y la crítica de la religión es la condición preliminar de toda crítica.

La existencia del error en el terreno profano está vulnerada una vez que su oratio pro aris et focis relativa al cielo ha sido refutada. El hombre que sólo ha encontrado su propio reflejo en la fantástica realidad del cielo, donde buscaba un superhombre, ya no estará dispuesto a encontrar sólo la apariencia de sí mismo, sólo la negación del hombre, allí donde busca y deberá buscar su verdadera realidad.

El fundamento de la crítica irreligiosa es este: el hombre hace la religión, no la religión al hombre. En realidad, la religión es la autoconciencia y el autosentimiento del hombre que aún no se ha encontrado a sí mismo o que ha vuelto a perderse. Pero el hombre no es un ser abstracto, agazapado fuera del mundo real; el hombre es el mundo del hombre: Estado, sociedad. Este Estado y esta sociedad producen la religión, que es una conciencia invertida del mundo, porque ellos mismos son un mundo invertido. La religión es la teoría general de ese mundo, su compendio enciclopédico, su lógica en forma popular, su point d’honneur espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su complemento solemne, el fundamento general de su consuelo y su justificación. Es la realización fantástica de la esencia humana, porque la esencia humana carece de verdadera realidad. La lucha contra la religión es, pues, indirectamente, la lucha contra ese mundo, del que la religión es el aroma espiritual.

La miseria religiosa es a la vez la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura abrumada, el sentimiento de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación sin espíritu. La religión es el opio del pueblo.

La superación de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es la exigencia de su verdadera felicidad. La exigencia de superar las ilusiones sobre su situación es la exigencia de superar una situación que necesita ilusiones. La crítica de la religión es, pues, en germen, la crítica de este valle de lágrimas, del cual la religión es la imagen sagrada.

La crítica ha deshojado las flores imaginarias que cubrían la cadena, pero no para que el hombre lleve la cadena prosaica y sin consuelo, sino para que sacuda la cadena y tome la flor viva. La crítica de la religión quita al hombre las ilusiones a fin de que piense, actúe y amolde su realidad como un hombre sin ilusiones que ha alcanzado la razón, a fin de que se mueva alrededor de sí mismo y, por consiguiente, alrededor de su verdadero sol. La religión no es más que el sol ilusorio que se mueve alrededor del hombre mientras este no se mueva alrededor de sí mismo.

La historia tiene, pues, la misión, una vez que la verdad del más allá se ha desvanecido, de establecer la verdad del más acá. Una vez desenmascarada la forma sagrada que representaba la autoalienación del hombre, la primera tarea de la filosofía que se ponga al servicio de la historia consiste en desenmascarar esa autoalienación bajo sus formas profanas. La crítica del cielo se transforma, así, en crítica de la tierra, la crítica de la religión en crítica del derecho, la crítica de la teología en crítica de la política.

Karl Marx, Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel (Introducción), redactada entre noviembre de 1843 y enero de 1844


Karl Marx. Antología. Selección e introducción de Horacio Tarcus, Editor digital Titivillus, epubgratis.org, 11/07/2015

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