A l´inici, res no existia.


La imagen de un caos inicial que se metamorfosea progresivamente en universo organizado está, en efecto, en varios relatos tradicionales. Es común a numerosas creencias: la encontramos en los egipcios, en los indios de Norteamérica, en los sumerios. El caos se suele representar con una imagen acuática, un océano inmerso en la oscuridad, por ejemplo. Nada existía, a excepción del cielo vacío y el mar en calma en la noche profunda, relata la tradición maya. Toda la Tierra era mar, dice un texto babilónico. La Tierra era informe y vacía, la oscuridad ocupaba la superficie de las profundidades, y el espíritu de Dios se movía por toda la extensión de las aguas, se lee en el Génesis. También se recurrió con frecuencia a la metáfora del huevo. Un líquido aparentemente informe, en el interior del huevo, se convierte en polluelo. Es una hermosa imagen de la evolución del universo. Para los chinos, el huevo se separa en dos mitades que constiuirán, cada una por separado, el cielo y la Tierra. No obstante, en estas mitologías, el caos se relaciona con el agua y la oscuridad. En la cosmología moderna, en cambio, está constituido por calor y luz.

Hubert Reeves, La historia más bella del mundo, Editorial Anagrama, Barna 1997

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