El taló és una arma de guerra.
"Para estar bella hay que sufrir". Cuántas veces oí esa cantinela en mi infancia mientras me desenredaban el pelo para hacer trenzas (conc rueldad innecesaria, por cierto). Así, inocentemente, nos llegan esas lecciones perversas de las que una tarda una vida en librarse. El tacón no alto sino altísimo es un pequeño icono que se reiste a entrar en razón, a colaborar con nuestra naturaleza, a aceptar las leyes més elementales de la física, la salud, incluso de la supervivencia. En aproximadamente 60 años ha pasado a ser un requisito del concepto de feminidad dulce e inocente, que floreció en los años 50 inspirado en las pin-up que consolaban a los soldados americanos en el frente, a ser un instrumento de poder utilizado por las supuestamente emanciapadas mujeres del siglo XXI. Parece que los hombres caen indefensos sin remedio ante una mujer elevada, parece que las mujeres, poco confiadas en alcanzar otras formas de poder más allá del sexual, siguen recurriendo a sus innegables encantos para apuntalar sus ambiciones personales y su autoestima. Porque si no, fuera del cuadrilátero de la seducción (en el que se resuelven y la física, la salud, la razón y todo lo demás se pueden ir a tomar viento fresco), ¿qué sentido tiene que nos impongamos este suplicio a nosotras mismas? El tacón es un arma de guerra. Cada una decide cuál es su batalla.
Christina Rosenvinge, ¿Tacones de 12 centímetros?, SMODA. El País, 24/09/2011
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