La nova noció de poble.
La idea de pueblo no remite hoy simplemente a la de “la mayor cantidad”, a la existencia de una masa positiva i determinada. Lo que podemos llamar “el pueblo· ahora aparece también con la forma de una suma negativa, perpetuamente en movimiento de negaciones de reconocimiento, de privaciones de derechos, de situaciones de precariedad. Por eso resulta menos directamente representable, al remitir a una especie de generalidad invisible. El pueblo es la imagen virtual que dibujan las múltiples negatividades de lo social, reflejo de todos los abandonos, desprecios y desvalorizaciones. Se destaca en este nuevo sentido de la noción aritmética y monolítica de mayoría. A la inversa, hoy se comprende el pueblo, a menudo, a partir de la noción de minoría. Es la suma sensible de situaciones de minoría de toda naturaleza, una forma nueva de presentación de lo social en la era de las singularidades. Este nuevo “pueblo invisible” no existe como cantidad; es entendido más bien, como un hecho social, que constituye un conjunto de historias, situaciones y posiciones. Es un pueblo-relato, lleno de vidas, y no el pueblo fijado en un bloque electoral. (…)
La vieja argumentación sociológica de los liberales del siglo XIX para defender los derechos de la minoría contra los riesgos de la “tiranía de la mayoría” vuelve a encontrar así, paradójicamente, toda su pertinencia mediante un sesgo inesperado. Si bien había sido propuesta para justificar el derecho moral de las élites y los acaudalados a contener el poder popular, hoy en día sustenta la reivindicación del “pueblo social” de que los gobernantes no le opongan únicamente la razón del “pueblo electoral” que los instituyó legalmente. (…) El cuerpo electoral-mayoritario continúa siendo el insoslayable árbitro práctico de la vida democrática; siempre le da su fundamento legal. Pero ahora sólo confiere a los gobernantes una legitimidad instrumental. Mientras que el apoyo del poder administrativo se ha reducido simultáneamente, la necesidad de volver a fundar la legitimidad de los regímenes democráticos se ha hecho sentir, pues, de forma confusa, pero con intensidad, en todos lados. (107-109)
Pierre Rosanvallon, La legitimidad democrática, Paidós, Madrid 2010
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