Especialistes en fer-se preguntes.
Esta tribuna tiene, desde sus inicios, un objetivo primordial: contribuir a la democratización de las interrogaciones filosóficas, o por mejor decir, contribuir a que el ciudadano se reconcilie con las mismas, las reivindique como propias, sienta que algo esencial de sí mismo se juega en ellas, y denuncie las tentativas para apartarle, denuncie lo falaz de la tesis según la cual, la filosofía, la ciencia, el arte y en general la vida espiritual sería cosa de minorías.
Se halla logrado o no convencer a alguien de lo razonable del objetivo, en los meses venideros, siempre naturalmente que el responsable de este foro no me retire la confianza, seguiré empecinado en ello, y quizás de manera más sistemática que en meses precedentes.
Empezaré por señalar un hecho tan lamentable como generalizado: el planteamiento ingenuo de interrogaciones está mal considerado por el mundo cultural y desde luego por el académico. Se ha instalado subrepticiamente la idea de que para tener derecho a avanzar alguna de las interrogaciones que ocupan a filósofos, científicos, o ambos, hay ya de entrada que estar bien informado. Más que una persona tensada por lo desconocido e inquieta sobre su ser y su entorno, se exige de entrada ser una persona culta y hasta una persona erudita. Esto alcanza, como veremos, al mundo académico: un especialista en genética, por ejemplo, no sólo se siente incompetente para emitir una opinión sobre algún interrogante de interés general pero técnicamente objeto de la física, sino para formular el interrogante mismo, siendo obviamente cierta la recíproca, el temor a meter la pata del físico tratándose de uno de los abismos filosóficos a los que conduce la genética.
Se diría que la información ha de preceder a la interrogación...incluso tratándose de las interrogaciones universales, cuya temática concierne a todos y cada uno de los humanos (otra cosa es que se hayan visto forzados a repudiar de sus vidas tales interrogantes). Ante este estado de cosas, se impone tomar posición:
Cabe eventualmente sentirse abrumado por la complejidad de los instrumentos con los que especialistas de una u otra materia (también curiosamente los filósofos, que no son especialistas de materia alguna, aunque deban alimentarse de muchas) abordan ciertos problemas cuyo origen es sin embargo muy elemental, pero no hay en absoluto que sentirse abrumado ante la cuestión misma, que no sólo todo el mundo está en condiciones potenciales de abordar, sino que probablemente ya ha abordado alguna vez. La formulación de una interrogación cabalmente filosófica nunca puede ser sofisticada en los términos. Ejemplo:
¿Hay o no hay una realidad física exterior, que seguirá tras mi eventual desaparición y la desaparición de todos los demás humanos, cuya percepción de esa realidad coincide aparentemente con la mía? Los instrumentos para responder en uno u otro sentido a esta pregunta cubren hoy miles y miles de páginas de sesudas revistas filosóficas o científicas y han sido esgrimidos como armas por algunos de los pensadores más importantes del siglo veinte...pero la pregunta sigue siendo sencillísima y todo el mundo es susceptible de sentirse interpelado por la misma, hasta el punto quizás de que, si su vida material y social se lo permitiera, acuciado por tal interrogación, empezaría a ahondar en los escritos eruditos, y se dotaría de los argumentos para entenderlos. Disposición de espíritu por la cual la erudición misma alcanzaría un sentido, pues se mostraría como instrumento para lo que realmente importa y no como fin en sí. Reitero la tesis, clave en estas reflexiones: la información es no sólo válida, sino imprescindible cuando constituye un arma para abordar un objetivo esencial; pero disponer de información por el hecho de estar informado (como sí el espíritu humano fuera esa tabula rasa, en sí vacía de contenido, a la que se refiere criticamente Steven Pinker) no tiene más interés que el que tiene para un saco estar lleno de patatas o de piedras. Múltiples veces en este mismo foro he recordado la tesis platónica de que la educación ha de fertilizar las facultades del espíritu y no sustituirse a ellos.
Víctor Gómez Pin, El derecho a interrogarse, el boomeran(g), 07/09/2011
http://www.elboomeran.com/blog-post/6/11234/victor-gomez-pin/el-derecho-a-interrogarse/
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