El mètode científic no existeix (Antonio Diéguez Lucena)







Entre los filósofos de la ciencia es ya cosa bien establecida que El Método Científico, así con mayúsculas y en singular, no existe. Esto sorprende mucho todavía a algunos amigos de ciencias sociales con los que hablo, porque las ciencias sociales, a diferencia de las naturales, siguen obsesionadas con la cuestión del Método. 

Como nos enseñó Feyerabend (un filósofo que tiene más cosas que enseñar de lo que generalmente se cree), las ciencias son muy dispares, de modo que no tiene demasiado sentido hablar de la ciencia en general. La filosofía de la ciencia posterior le ha dado la razón en esto, y desde los trabajos de Laudan (El progreso y sus problemas, 1977), de van Fraassen (La imagen científica, 1980), Giere (Explicando la ciencia: un enfoque cognitivo, 1988) y de Kitcher (El avance de la ciencia, 1993), no ha vuelto a aparecer en este siglo un gran libro ofreciendo una nueva visión metodológica de la ciencia en general o del cambio científico. Lo que ha ocurrido es que han proliferado las filosofías de ciencias particulares (filosofía de la física, de la biología, de la economía, de la psicología, etc.) y estudios sobre aspectos metodológicos concretos (papel de las inferencias bayesianas, diseño experimental, procedimientos estadísticos, etc.). Como dicen las autoras de la entrada “Scientific Method” en la Stanford Encyclopedia of Philosophy, “By the close of the 20th century the search by philosophers for the scientific method was flagging. Nola and Sankey (2000b) could introduce their volume on method by remarking that “For some, the whole idea of a theory of scientific method is yester-year’s debate …”.” 

Por otra parte, si se quisieran entresacar ciertas reglas metodológicas comunes a todas las ciencias, como suelen hacer todavía algunos manuales científicos en el capítulo introductorio, o bien se estarían ofreciendo reglas demasiado triviales y generales que no sirven para nada a la hora de entrar en un laboratorio, o se estarían exigiendo cosas que no toda ciencia puede cumplir, al menos de una forma relevante. Esas supuestas reglas metodológicas científicas generales (observación, formulación de hipótesis, contrastación empírica de hipótesis, revisión de las hipótesis a la luz de la evidencia empírica), no serían exclusivas de la ciencia. Por ejemplo, son las mismas reglas que emplea un cabrero de la Axarquía malagueña para predecir el tiempo. 

Sin embargo, y de nuevo Feyerabend tiene razón, esto no significa que en la ciencia no haya métodos, sino que hay muchos, y que son revisables y cambian con el tiempo y con el contexto. El dadaísmo epistemológico que él promovió no es más que un pluralismo metodológico. Su famoso “todo vale” (anything goes) ha sido habitualmente malinterpretado. Feyerabend no quiere decir con eso que en la ciencia cuela sin problemas cualquier cosa, que si envías un artículo sobre vudú a una revista de física, te lo publican. Él era físico y sabía perfectamente que esas cosas no pasan. El “todo vale” era una reductio contra los racionalistas popperianos. Lo que Feyerabend les venía a decir era: “miren ustedes, en la ciencia no hay normas universales y por eso no hay que empeñarse en buscarlas, pero como ustedes, señores racionalistas, están obsesionados por encontrar alguna norma universal, les voy a decir la única que hay: todo vale”. Pero, como puede verse, esto no era más que una forma de decirles a los racionalistas popperianos y positivistas que dejaran de buscar normas universales, que dejaran de buscar El Método Científico.

Antonio Diéguez Lucena, Facebook 29/05/2020

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