L'innat i l'adquirit en el sexe.
En un coloquio organizado por la Universidad de Harvard, los eminentes psicólogos Steven Pinker y Elizabeth Spelke debatieron acerca de las diferencias sexuales entre hombres y mujeres, y su influencia sobre el mundo de la ciencia. Y aunque no es ese el tema que aquí nos ocupa, la conversación ofrece alguna pista interesante sobre la incógnita biológica. Es decir, acerca de la medida en que las actitudes sexuales están condicionadas por rasgos innatos propios de cada sexo o, por el contrario, son «construcciones de género» dependientes de la socialización y la cultura. Pinker empieza por señalar que la posición naturalista fuerte, que hace depender por completo la conducta de los factores biológicos, no tiene ya apenas defensores. ¡Pero los tuvo! Frente a ella, existe una postura construccionista fuerte, de acuerdo con la cual hombres y mujeres son biológicamente indistinguibles, explicándose entonces sus diferencias por causas culturales. Y hay, claro, posiciones intermedias que apuntan –razonablemente– a una combinación de diferencias biológicas innatas que interactúan con la socialización y la cultura. Pinker himself es partidario de reconocer la existencia de aquellas diferencias innatas que sean experimentalmente observables y estadísticamente relevantes. «La verdad no es sexista», dice; es la verdad. Y por eso resulta crucial diferenciar entre la proposición moral de acuerdo con la cual nadie debería ser discriminado por razón de sexo –que, a mi juicio, es el núcleo del feminismo– y la afirmación empírica que dice que hombres y mujeres son biológicamente indistinguibles.
Manuel Arias Maldonado, Female gaze (y V), Letras Libres 14/02/2018
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