Contra la democràcia.


El Roto
La democracia es como la pornografía, en la célebre definición del juez Potter Stewart: difícil de definir, pero fácilmente reconocible cuando la tienes delante. O cuando no la tienes. La definición de las instituciones, procedimientos y condiciones materiales de la democracia no es, en efecto, tarea fácil. Pero si falta el sufragio universal, por ejemplo, poco queda por discutir. En Against Democracy, Jason Brennan defiende liquidar el sufragio universal y reemplazarlo por el gobierno de quienes saben (o «epistocracia»). Según Brennan, el gobierno competente requiere votantes competentes, al igual que recetar fentanilo o manipular Goma-2 requieren ser competente para ello. Y puesto que no todos los ciudadanos lo son suficientemente, no todos deberían poder votar. Por ejemplo, la mayoría de estadounidenses desconocen cuáles son y qué hacen los tres poderes del Estado; muchos declaran motivaciones abiertamente xenófobas al votar; no pocos muestran sesgos grupales o sólo se informan para confirmarse en sus prejuicios. Para muestra, Twitter.
La elección de Trump y los referendos en Reino Unido y Colombia han reavivado el escepticismo sobre la democracia. En realidad, un escepticismo que fue general hasta mediados del siglo anterior, cuando la democracia empezó a tener buena prensa. El manual del ejército estadounidense entre 1928 y 1932 aún la definía así: «Democracia: autoridad derivada de las asambleas masivas o cualquier otra forma de expresión directa. Desemboca en mobocracia [...]. El resultado es la demagogia, la licencia, la agitación, el descontento, la anarquía»1. Encontramos algo bastante parecido en las defensas clásicas de la epistocracia, como la República de Platón o los Papeles federalistas
Iñigo González Ricoy, Paternalismo antidemocrático, Revista de Libros 12/02/2018

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