Narcisisme, humor i esport.


forges

Cuando lo social entra en la fase humorística, comienza el neo-narcisismo, último refugio ceremonial de un mundo sin potencia superior. A la desvalorización paródica de lo social responde el sobreinvestimiento litúrgico del Yo: es más, el devenir humorístico de lo social es una pieza esencial en la emergencia del narcisismo. A medida que las instituciones y valores sociales se entregan en su inmanencia humorística, el Yo se realza y se convierte en el gran objeto de culto de la posmodernidad. ¿De qué podemos ocuparnos seriamente hoy en día, como no sea de nuestro equilibrio físico y psíquico? Cuando los ritos, costumbres y tradiciones agonizan, cuando todo flota en un espacio paródico, aumentan la obsesión y las prácticas narcisistas, las únicas aún revestidas de una dignidad ceremonial. Se ha dicho todo sobre el ritual psi, sobre la codificación estricta de las sesiones, sobre el aura del análisis, etc.; no se ha destacado tanto el hecho de que hoy, el propio deporte —aunque sea suave e independiente— se ha convertido también en una práctica iniciática de un género nuevo. Conocemos el fulgurante progreso de la práctica deportiva, y especialmente de los deportes individuales;  más  interesante aún resulta el desarrollo de las actividades deportivas llamadas «libres», sin preocupación competitiva, fuera de la red de las federaciones, lejos de estadios y gimnasios. Jogging, bicicleta, esquí de fondo, rolling, walkiog, skate, surf, aquí los nuevos oficiantes no buscan tanto la hazaña, la fuerza, el reconocimiento, como la forma y la salud, la libertad y la elegancia de movimiento, el éxtasis del cuerpo. Ceremonia de la sensación incrementada por una ceremonia del material técnico: para sentir el propio cuerpo, conviene informarse de todas las innovaciones, adquirir y dominar las prótesis más sofisticadas, cambiar regularmente de material. Narciso se ha ataviado. De modo que al flexibilizar los marcos deportivos, al promover el deporte «abierto», el proceso de personalización sólo ha relajado el deporte superficialmente; al contrario, al generalizarse, éste no hace más que metamorfosearse en una liturgia cada vez más absorbente, en las antípodas del código humorístico. No se hacen ya bromas con el propio cuerpo ni con la salud. Al igual que el análisis, el deporte se ha convertido en un trabajo, una inversión permanente que debe gestionarse metódicamente, escrupulosamente, «profesionalmente» de alguna manera. Única revancha del proceso humorístico, lo que ha podido movilizar y apasionar intensamente al individuo deportivo, lo que ha galvanizado todas sus energías, es abandonado cada seis meses o cada dos años. Surge una nueva pasión: después de la bicicleta, la tabla de surf, con la misma seriedad, el mismo culto definitivo. La moda y sus ciclos han alcanzado al propio narcisismo. (pàgs. 169-170).


Gilles Lipovetsky, La era del vacío, Anagrama, Barna 1986

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