Què són els mercats?
Decimos, dicen: los enemigos son los mercados. ¿Qué mercados? ¿Dónde están? ¿Por qué son nuestros enemigos y nos atacan? ¿Qué podría detenerlos o disuadirlos? Preguntas todas carentes de toda pertinencia.
Lo característico del mercado es su abstracción. Pero además, lo capital del mercado, es su abstracción central y gradualmente global. Los mercados pueden ser nuestros enemigos pero o también pueden transformarse en amigos y permitirnos prosperar. La naturaleza del mercado, siendo en apariencia tan abstracta, pertenece al orden de lo inefable y a lo inasible y a lo fatal. También, efectivamente, forma parte de lo inexplicable de este mundo porque de otro modo, siendo parte del pensamiento lógico, podría establecerse negociaciones, diálogos para hacerle entrar en razón.
Sin embargo, la razón que nos hiere o nos mata a través de su conducta bárbara forma parte de su organismo excéntrico. Los mercados enloquecen y los mercados nos hacen libres. Nos esclavizan en sentido moral pero nos hacen libres en sentido político, nos destruyen en sentido humano pero nos construyen en sentido económico. O nos destruyen en todos los aspectos igualmente que nos edifican sin pausa.
Lo característico, en fin, del mercado es su aparente independencia, su dura autonomía su implacable sinrazón. Gracias precisamente a esta sinrazón de primer grado, inflexible, creemos en ellos. Los odiamos o los amamos sin saber qué amamos o no pero siendo su efecto tan terrible como la mano de Dios los tememos. Los tememos y contiguamente los respetamos. Son nuestros enemigos pero no conocemos dónde se encuentran con exactitud y para neutralizarlos no podemos hacerlos parar. Operan, de hecho, como si no existieran puesto que nadie conoce la fórmula para delimitarlos y, a continuación, desintegrarlos. Nadie conoce su paradero mortal que como un ser inmortal se halla por todas partes y en ninguna. Pero no conocer su paradero les permite seguir funcionando con la mayor libertad y dentro de ella hacernos sentir libres. Moribundo pero liberados. Esclavos pero manumitidos, pervertidos moralmente pero inducidos a compartir el pan y la sal.
La paradoja de los mercados, buenos y malos al mismo tiempo, explotadores y liberadores, verdaderos y falsos, productores y especuladores, es que convierten su neta identidad en transparencia y su presencia en una ausencia. Actúan desde lo invisible para hacerse sentir y desaparecen en lo invisible tal y como si no necesitaran lugar alguno donde asentarse. La ausencia del mercado sería nuestra perdición y, paradójicamente su crónica ausencia garantiza su perduración.
Vicente Verdú, Los mercados, El boomeran(g), 21/12/2010
http://www.elboomeran.com/blog/11/blog-de-vicente-verdu/
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