Trompe l'oeil







... cuenta el escritor latino Plinio el Viejo en su Naturalis Historiae que dos pintores griegos se enzarzaron en una competición a ver quién pintaba mejor. Zeuxis consiguió confundir a unos pájaros que acudieron a picotear las uvas que había pintado, pero él mismo resultó engañado cuando se acercó a descubrir la cortina que cubría el cuadro de Parrasio, su rival... para descubrir que la cortina era el cuadro.

Los juegos visuales están presenten en el arte desde la antigüedad, igual que los debates sobre la posibilidad de que los ojos capten la realidad y la pintura refleje realmente las cosas. El semiólogo Jacques Lacan, en un seminario sobre la mirada en 1964, se refirió al trampantojo para ilustrar un aspecto curioso de la condición humana, y es que mientras los animales se sienten atraídos por las apariencias superficiales, los humanos lo hacemos por la idea de las cosas que aún están ocultas; por eso, en su opinión, sólo el cuadro de Parrasio era un auténtico trampantojo, porque su efecto depende de lo que falta, la ausencia de un secreto escondido detrás de la pintura.

El trampantojo consiste en engañar a la vista, en la creación de una ilusión mediante imágenes reales. Las perspectivas y las leyes de la óptica pueden hacer que una habitación parezca más grande, o crear una sensación de profundidad, o hacernos creer que un objeto o una persona escapa del cuadro, o simplemente que no existe tal cuadro, mediante la eliminación de los marcos, por ejemplo.

Isabel Gómez Melenchón, No creas a tus ojos: es un cuadro, La Vanguardia 07/05/2022

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