Dades i poder.




“Ojo al dato”, decía con frecuencia José María García. El que fuera rey absoluto de la radio deportiva era un visionario involuntario: en el s. XXI hay que estar muy atento a los datos, porque los datos son la materia prima del nuevo capitalismo. Los datos, de hecho, ya estaban ahí, solo había que echarles el ojo. Es decir, medirlos.

Donde usted ve ir de compras, hay otros que ven datos. Donde usted ve ir de viaje, hay otros que ven datos. Donde usted ve escuchar música, otros ven datos. Donde usted ve la vida, hay otros que ven una montaña de datos que pueden tratarse para convertirse en conocimiento. Y el conocimiento es poder. En nuestra vida cotidiana vamos dejando un reguero de datos igual que la víctima de un apuñalamiento va dejando un reguero de sangre. Y las grandes empresas de nuestra época tienen las manos manchadas de datos, igual que Lady MacBeth las tenía de sangre.

“Al igual que el petróleo, los datos son un material que se extrae, se refina y se usa de diferentes maneras. Mientras más datos tiene uno, más usos les puede dar”, escribe el aceleracionista Nick Srnicek en Capitalismo de plataformas (Caja negra). Las empresas de finales del s. XX no echaban el ojo al dato más allá de ciertos sectores (como en la logística), pero en el s. XXI recolectar datos de forma masiva se hizo cada vez más fácil y barato, y los datos se convirtieron en la gasolina del capitalismo crepuscular. Los sensores proliferan por doquier, las paredes tienen oídos, y al mirar el mundo a través de los sensores, el mundo se pixela en datos antes que en átomos.

“Las plataformas llevan en su ADN la extracción de datos”, escribe Srnicek, “son un modelo que permite que otros servicios, bienes y tecnologías se construyan sobre las plataformas, que demanda más usuarios para obtener más efectos de red y que simplifica el almacenamiento y el registro”. Las plataformas son Google y Facebook, que con nuestros datos venden publicidad personalizada. O Uber y Rolls Royce, que mediante los datos mejoran los servicios y superan a la competencia. Amazon Web Services y Predix, que disponen de las infraestructuras para recolectar, almacenar y analizar los datos. La industria 4.0 utiliza los datos para mejorar la producción y controlar a los trabajadores. No son pocos los casos en los que las plataformas han precarizado el trabajo y llegado a nuevas cotas de inseguridad y explotación, una explotación que colabora en sus grandes beneficios y el gran malestar social creado alrededor.

Generamos datos simplemente llevando nuestro smartphone encima, pagando con tarjeta o interaccionando en las redes sociales, y ya que hay tecnología dispuesta a medir esos datos. Simplemente viviendo, mediante dispositivos biométricos, podemos generar datos: nuestra respiración, nuestra temperatura, nuestro pulso. El corazón, con su latir, es una fuente de datos: la vida es un conjunto de datos. El algoritmo que procesa los datos puede conocernos mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos y puede predecir las cosas que vamos a hacer antes de que nosotros mismos sepamos que vamos a hacerlas.

En el nuevo paradigma el universo está formado por datos, y hay muchas plataformas (la forma de empresa contemporánea que ordeña y explota datos) dispuestas a recolectarlos, refinarlos y utilizarlos. El Internet de las Cosas que se nos viene encima, que sensorizará y conectará desde la nevera hasta cepillo de dientes, pasando por la tostadora o la camiseta, es la condición para que las plataformas consigan todavía más datos y puedan hacer crecer su negocio. Hasta la cocina: seremos sacrificados como corderos abiertos en canal sobre el altar del Dios de los Datos.

Sergio C. Fanjul, Adorar al dato como adorar a Dios, Retina 

https://retinatendencias.com/civilizacion-perdida/adorar-al-dato-como-adorar-a-dios/?ssm=FB_CC&fbclid=IwAR2UkcJteAryyQA5p-nPa6GTAxGizZx3-5usDoXp3DylXy5up69Siu_0v9U

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