El cervell no s'assembla a un ordinador.
Sostiene Robert Epstein en el artículo The empty brain, que, contra lo que es creencia generalizada hoy en día, nuestro cerebro no se parece en nada a un ordenador y su funcionamiento está muy, muy, lejos de asemejarse al de un software. Cuenta Epstein que el funcionamiento del cerebro se ha asociado a lo largo de la historia al conocimiento más adelantado que hubiera en la época. En la antigüedad, cuando se creía que habíamos sido creados del barro, la inteligencia era el espíritu, el alma que una deidad nos había suministrado. Después se pensó que nuestro funcionamiento, tanto físico como mental, respondía al equilibrio de fluidos (humores). La creación de autómatas hizo que se hablara del hombre como una máquina inteligente, la electricidad hizo pensar que eran corrientes lo que atravesaba nuestro cuerpo para hacernos funcionar e incluso, a mediados del siglo XIX, un médico alemán comparó el cerebro con el telégrafo.
Todas estas metáforas sobre el funcionamiento cerebral nos provocan ahora mismo una sonrisa de superioridad pero, si nos paramos a pensarlo, nosotros estamos haciendo lo mismo. Toda la jerga, el vocabulario y las explicaciones sobre el cerebro y su funcionamiento están basadas en la creencia muy extendida de que el cerebro humano es como un ordenador. Procesa información, almacena datos, compara, analiza, recupera, transfiere información… todas esas expresiones están ahora ligadas al cerebro.
Sostiene Epstein que no está nada claro, que de hecho es evidente que el cerebro no funciona como un ordenador. Que nuestro cuerpo y el cerebro no es el hardware y los pensamientos no son el software, y plantea la hipótesis del daño que la asunción de la “metáfora Ip” (information processing metaphor) está haciendo para la comprensión del verdadero funcionamiento del cerebro.
Para Epstein el cerebro reacciona y funciona respondiendo a estímulos y esas reacciones son diferentes en cada persona y no pueden extrapolarse las conclusiones de un cerebro a otro. Según él, tras cincuenta años de investigación siguiendo la idea de la metáfora IP se han invertido ingentes cantidades de dinero que no han llevado a nada y quizás vaya siendo hora de superar toda esta teoría.
Ana Ribera, Hablemos del cerebro, Cuaderno de Cultura Científica 26/05/2018
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