No tots els nens poden ser Einstein.






Empecé mi carrera de matemáticas soñando con ser un Einstein. Me quedé en modesto profesor. Y he procurado ser feliz en mi oficio, pero no soy Einstein. ¿Somos iguales Einstein y yo? Pues no, qué le vamos a hacer. La élite es minoritaria, pero si se suprime la élite para lograr la igualdad, los mediocres no tendríamos de quien aprender y seríamos más mediocres todavía. Nadie saldría ganando, salvo los envidiosos. También me matriculé en e conservatorio, y pronto me enseñaron la puerta. Me hubiera gustado ser Rubistein y no pudo ser. ¿eso es segregación? Pues sí, pero no soy Rubistein. No puedo ser Einstein porque carezco de su inteligencia, ni músico porque carezco de oído, ni obispo porque carezco de fe. Y me habría ilusionado mucho ser obispo, pero los seminarios son tan elitistas y excluyentes que discriminan a los ateos.

No somos iguales, no. Hay profesionales buenos y malos, artistas buenos y malos, estudiantes buenos y malos. Y negar la realidad es inútil, porque las cosas no se mejoran ignorando la realidad, sino haciéndole frente y sacando el mejor partido de ella. Ando por ahí un libro titulado Todos los niños pueden ser Einstein. Solo e título ya es falaz. Y es indispensable señalar este género de falacias porque hay una moda pedagógica que considera que quien no puede hacer algo es porque es víctima  una injusticia: todos aprendemos cualquier cosa, ser estupendos, creativos, geniales ... y quien sostenga lo contrario es elitista y excluyente. Pero aunque parezca el anuncio de una Buena Nueva, es una mentira que solo dará lugar a frustraciones.

Ricardo Moreno Castillo, En contra de una escuela inclusiva, Claves de razón práctica nº 258, mayo/junio 2018

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