Esquerra, multiculturalisme i Estat del Benestar.




... el “gran pacto” entre empresarios y sindicatos que alimentaba la “paz laboral” del Welfare State era solidaria de la integración de los partidos políticos de izquierdas en el aparato del Estado, que se comprometía a cambio a una redistribución fiscal de las rentas que disminuyese las desigualdades de origen social. Esto produjo la parlamentarización de la lucha política y la democratización de las organizaciones de la clase trabajadora, así como la redefinición de los Estados incluidos en el proyecto como “democracia social de derecho” (o “Estado social y democrático de derecho”, tal como dice la Constitución Española de 1978). Esta “paz social” nacida después de la Segunda Guerra Mundial comenzó a ser contestada por los movimientos estudiantiles que eclosionaron hacia 1968 (aproximadamente el momento en que la primera generación criada en el “estado del bienestar” alcanzaba su mayoría de edad), y al calor de los cuales se encumbró una nueva izquierda universitaria que revitalizó el marxismo que la Unión Soviética había desprestigiado ante las nuevas generaciones y, por el contrario, desprestigió la democracia parlamentaria “sometida al capitalismo” frente a la “democracia popular” guerrillera, al estilo asiático o cubano. Esta simpatía supuso un salto cualitativo en las doctrinas revolucionarias de la nueva izquierda “romántica”, un salto que toda la experiencia revolucionaria confirmaba: que el socialismo no tenía por qué ser una “evolución” desde la democracia burguesa, sino que podía entenderse como fuerza conductora de los movimientos descolonizadores, que tenían un componente nacionalista (“frente de liberación nacional”), lo que objetivamente ligó, para estas generaciones, la lucha “nacionalista” con la lucha “progresista” (luego habría de experimentarse que no necesariamente todo lo que venía después de la colonización era mejor que ella). Esto constituyó el comienzo de la modificación del eje tradicional de la batalla política (izquierda/derecha), que pronto se vería inundada, y en cierta medida determinada, por las enconadas cuestiones de identidad, difícilmente reducibles a la forma de un pleito jurídico y que los grandes movimientos migratorios no han hecho más que agudizar, abriendo el difícil debate del multiculturalismo, provocando extraños rebrotes del viejo racismo y convirtiendo las ruinas del “estado del bienestar” en una especie de asidero obsesivo para unas clases medias cuyas expectativas se ven desbordadas y desplazadas por todas partes.

José Luis Pardo, Estudios Del Malestar, facebook 30/05/2018

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