Substància, matèria i causalitat (Schopenhauer)
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Hemos descubierto que toda la
esencia de la materia consiste en actuar, o sea, en la causalidad: por
consiguiente, también en ella el espacio y el tiempo han de estar unidos, es
decir, que ha de soportar en sí misma al mismo tiempo las propiedades del tiempo
y las del espacio, por muy antagónicos que sean ambos; y ha de unificar en sí
misma lo que en cada uno de ellos por separado es imposible, o sea, el
inestable flujo del tiempo con la rígida e invariable persistencia del espacio,
recibiendo de ambos la divisibilidad infinita. Conforme a esto vemos que
gracias a ella surge la simultaneidad, que no podría darse ni en el mero
tiempo, que no conoce la yuxtaposición, ni en el mero espacio, que no conoce
ningún antes, después o ahora. Mas es la simultaneidad
de muchos estados lo que propiamente constituye la esencia de la realidad:
pues con ella se hace posible en primer lugar la duración, que solo se puede conocer en la alteración de aquello que
existe en simultaneidad con lo que dura; pero además, solo a través de lo que
dura en la alteración recibe esta el carácter de cambio, es decir, de
modificación de la cualidad y la forma bajo la permanencia de la sustancia, es decir, de la materia. En el mero espacio el mundo
sería fijo e inmóvil: no habría ninguna sucesión, ningún cambio, ninguna
acción: mas junto con la acción se suprime la representación de la materia. En
el mero tiempo, a su vez, todo sería pasajero: no habría ninguna permanencia,
ninguna yuxtaposición, y por lo tanto ninguna simultaneidad ni duración: así
que tampoco habría ninguna materia. Solo mediante la unión del tiempo y el
espacio surge la materia, es decir, la posibilidad de la simultaneidad y con
ella de la duración, y con esta a su vez la de la permanencia de la sustancia
bajo el cambio de los estados.
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Arthur Schopenhauer,
El mundo como voluntad y representación
I. § 4
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