'El príncep' de Maquiavel.
Cuando se consagra a El príncipe, la República florentina, a la que ha servido durante catorce años como alto diplomático, dinamitada por sus divisiones y por la corrupción, acaba de ser derrocada por los partidarios de los Médicis con la ayuda de los españoles (septiembre de 1512). El periodo republicano ha durado dieciocho años: una república teocrática, de 1494 a 1498, instaurada bajo la autoridad del monje Girolamo Savonarola, y luego una república laica, de 1498 a 1512. Desde hace décadas, la península está sometida a los apetitos de las grandes monarquías que se alían según sus intereses con las numerosas ciudades-estado, impidiendo la unificación territorial y nacional que Maquiavelo tanto desea. Es esta situación la que explica el origen de El príncipe: para su autor se trata de reflexionar sobre las maneras de restaurar la república en la ciudad toscana y de edificar un Estado lo suficientemente fuerte para “tomar” (unificar) Italia y “librarla” de potencias extranjeras. El príncipe se dirige a aquel que será capaz de realizar este doble objetivo.
Es a la vez un manual de acción para responder a la urgencia y una reflexión sobre la naturaleza del poder, en la línea de las obras didácticas de moda entre los humanistas. Rompe, empero, con los ideales clásicos. Y dicta los preceptos y métodos que debe seguir el (re)fundador del Estado, invirtiendo la relación tradicional de subordinación de la política a la moral en el nombre de “la verdad efectiva de las cosas”: el arte de gobernar obedece a reglas específicas ligadas a la inestabilidad de las relaciones humanas (los hombres siguen sus pasiones e intereses, entre ellos, la ambición) así como a la irracionalidad de la historia. Todo dirigente debe conocer estas reglas si quiere “preservarse” y “mantener el Estado”.
Al definir la política como un campo de acción y de reflexión autónoma sobre el que la moral no tiene control, Maquiavelo desencadena, citando a Louis Althusser, una “verdadera revolución en la forma de pensar”, que desembocará más tarde en la constitución de la ciencia política moderna. Es esta innovación la que le costará tantas enemistades. Algunos le reprochan haber sacado a la luz los mecanismos de dominación y enseñado a los gobernados cómo los gobernantes establecen su poder; los otros de haber destruido, en el nombre de la eficacia de la acción, la conexión intrínseca existente según ellos entre la política, la moral y la religión.
Olivier Pironet, Maquiavelo contra el maquiavelismo, Sin permiso 17/05/2018
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