Educació, oci i creativitat.
Cuando los niños empiezan la escuela (y cada vez más, antes de iniciar su
escolaridad), los padres llenan sus vidas con una inacabable serie de
actividades: deportes, clases de música de iniciación temprana, escuela de
chino con inmersión en lengua extranjera, campamentos de verano, tareas de
voluntariado en organizaciones caritativas, clases de equitación, teatro,
preparación para olimpíadas matemáticas y talleres de ciencias. Cierta clase de
padres parece experimentar un temor ubicuo y profundo de que sus hijos puedan
disponer de tiempo para no hacer nada y ser niños. (…)
Obligar a un niño a ser un miniadulto
hiperorganizado, estimulado farmacéuticamente, a una edad temprana anula la
sensación de control sobre su propio mundo de ese niño. La depresión y la
angustia se encuentran fuertemente correlacionadas con la sensación de falta de
con trol de la propia vida de un individuo. (…)
Los padres
modernos están más obsesionados con las actividades orientadas a promover el
desarrollo que, en teoría, mejoran las probabilidades de que sus hijos alcancen
el éxito aun antes de que empiece la escuela, un éxito que se define en función
de títulos obtenidos, sueldos futuros y distinciones. (…)
Irónicamente, para una cultura obsesionada
con optimizar el desarrollo infantil, es cada día más cuantioso el volumen de
datos que indican que para que el cerebro se desarrolle de manera adecuada, es
crucial su actividad sin metas dirigidas externamente.
Como resultado de las constantes demandas y
actividades externas en que los niños se ven obligados a participar, sumadas a
incontables horas destinadas al uso de dispositivos digitales, es cada menos el
tiempo del que disponen para la instrospección, el procesamiento de
experiencias sociales y emocionales y la autorreflexión.
Es más, puede ocurrir que los niños adquieran
una relación de incomodidad con su yo ocioso, como muchos adultos. Cuando esto
sucede, el ocio induce inicialmente un sentimiento muy similar al que
experimenta un fumador que ansía tabaco: desesperación e inquietud. El niño
buscará obtener estimulación externa en los dispositivos digitales, la
aprobación de sus maestros u otros adultos. (…)
El cerebro infantil necesita tiempo para
procesar lo que ocurre a diario, consolidar esas experiencias e integrarlas al
yo que se encuentra en proceso e formación durante la infancia.
El único modo de permitir que este proceso
tenga lugar es entregase al ocio. Los niños necesitan “apagar” el mundo
exterior durante una cantidad importante de tiempo todos los días, sin demandas
ni expectativas. Para gozar de salud mental en la adultez, podría ser necesario
tener una niñez cuya mayor parte estuviera dedicada a soñar despiertos
libremente, jugar sin propósito y experimentar un goce irreflexivo. (…)
Sin duda, la meta a largo plazo de la crianza
orientada a lograr el desempeño sobresaliente de los niños reside en lograr que
los hijos ingresen en una universidad de primer nivel. En los Estados Unidos,
el ingreso a una casa de estudios superiores de esas características constituye
uno de los símbolos de prestigio más importantes. Una vez allí, los estudiantes
viven en un mundo de actividad ajetreos
frenéticos, desconocidos hasta entonces para ellos. (…)
La mayoría de los estudiantes no parece tener
idea acerca de qué es el ocio, mucho menos sobre cómo disfrutarlo. Consideran
que sentarse en un café varias horas con un amigo discutiendo sobre el cine
francés carece de valor intrínseco. Resulta irónico que muchas de las personas
que esos alumnos deben estudiar durante su estancia en la universidad hayan
sido maestros en ocio. (…)
La actual generación de estudiantes
universitarios de grado que cursan carreras en universidades de elite ha sido
preparada, administrada, entrenada y dirigida sin disponer jamás de tiempo para
reflexionar sobre sus verdaderos intereses. (…)
La actividad alocada y constante de este tipo
suprime la actividad cerebral de las redes neuronales más importantes. Sabemos,
además, que la depresión y la angustia se encuentran asociadas con
anormalidades de la red neural por defecto. (…)
La crianza orientada a lograr el desempeño
sobresaliente de los niños ya es motivo de una disminución de la creatividad,
la sociabilidad y, potencialmente, la moral de nuestros hijos. Es probable que
el ocio, en especial durante la infancia, sea decisivo para alcanzar un
desarrollo adecuado como individuos sociales y morales. (…)
En nuestra carrera histérica por ganar
dinero, alcanzar un mejor estatus, competir por puestos de trabajo escaso y
ascensos, convertir a nuestros hijos en genios atléticos e intelectuales y
organizar nuestra vida hasta el último segundo, estamos suprimiendo la
habilidad natural con que cuenta el cerebro para dotar de sentido a la
experiencia. La creatividad profunda y verdadera solo puede surgir como
resultado de la increíble capacidad natural de interpretación de nuestro
cerebro. Y cada vez es más evidente que el estado de reposo del cerebro cumple
una función decisiva en elación con ese proceso. (pàgs. 89-98)
Andrew J. Smart, El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto
automático del cerebro, Clave Intelectual, segunda edición 2015
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