El debat entre llibertat i igualtat en Friedrich Hayek.
El Roto |
El debate sobre el tema de la relación entre libertad e igualdad ha sido
permanente en la filosofía política y en la teoría de la sociedad de la Modernidad.
Hayek, Mises y otros consideran que estos conceptos son opuestos, y no
pueden armonizarse, a diferencia de lo que afirman otros pensadores liberales,
como Robert Dahl.
Mises, cuyo planteamiento es análogo al de Hayek, afirma la desigualdad entre los
seres humanos: “Los humanos, en realidad, somos tremendamente disímiles.
Incluso los hermanos se diferencian por sus atributos físicos y mentales. La
naturaleza jamás se repite, nunca produce en serie. Cada uno de nosotros desde
que nacemos, llevamos grabada la impronta de lo individual, de lo único, de lo
singular” (1996, v. I, p. 44). Por su parte, Hayek escribe: “La ilimitada variedad de la naturaleza humana, el
amplio grado de diferencias en la potencialidad y capacidad de los individuos,
es una de las más preciosas realidades que ofrece la especie humana” (1988, p.
123).
Hayek considera que la libertad es el valor central y
solo está subordinada al progreso; en cambio, la igualdad es un valor
secundario. Asevera que el ejercicio de la libertad, especialmente la
económica, no puede sino generar (mayores) desigualdades. Si queremos la
libertad, debemos aceptar la desigualdad, puesto que en una sociedad libre las
desigualdades económicas y sociales son el resultado de diferencias naturales.
Todo intento de aminorar las desigualdades desde el Estado, artificialmente,
tiende a restringir la libertad individual.
Hayek reconoce la existencia de algo común en todos los
seres humanos, pero en el sentido negativo de que no hay ningún ser humano o
grupo que posea el pleno conocimiento de las potencialidades de una persona ni
tampoco que pueda abarcar todo su conocimiento. Plantea que este, en importante
medida, es “conocimiento personal”, cuyas características fueron descritas.
Aunque sean muy grandes las diferencias entre los seres humanos, no son lo
suficiente para que la mente de alguien pueda abarcar lo que otra persona es
capaz de comprender. Estas aseveraciones indican que el principio de la
limitación del conocimiento humano establece un límite a las diferencias entre
los seres humanos. La postura racionalista que pretende distribuir de acuerdo a
méritos, más allá de los automatismos del mercado, así como la de intentar
planificar el proceso económico estarían basadas en un supuesto irreal, que
existe la posibilidad de alcanzar conocimiento ilimitado.
La existencia de diversas formas de desigualdad, sostiene Hayek, no implica que los individuos
deban ser tratados en forma desigual. Todo lo contrario, en una “sociedad
libre” o “extendida”, como también la llama, lo adecuado es que las
instituciones traten a los seres humanos del mismo modo. Sin embargo, no piensa
que esto sea una compensación a las desigualdades económica y social, que
pudieran estar motivadas por algún deseo de justicia, sino porque es una necesidad
funcional de la sociedad de mercado.
“Nada produce más daño a la pretensión de igualdad de tratamiento que
basarla en una presunción tan obviamente falsa como lo es la igualdad de hecho
de todos los hombres. Es esencial afirmar que se aspira a la igualdad de trato,
no obstante el hecho cierto de que los hombres son diferentes” (Hayek, 1988, p. 123). Esto implica el
reconocimiento y la protección institucional de tres igualdades básicas,
necesarias para el ejercicio de la competencia en el mercado: la igualdad ante
la ley, la igualdad ante la justicia y la igualdad ante el mercado.
La igualdad ante la ley es uno de los principios centrales en la concepción
hayekiana del Estado de derecho. Hayek
considera que esta forma de igualdad, y en general la igualdad ante las
distintas normas, es plenamente compatible con la libertad individual: “Ha
constituido un gran objetivo de la lucha por la libertad conseguir la
implantación de la igualdad de todos los seres humanos ante la ley. La
extensión del principio de igualdad a las reglas de conducta social y moral es
la principal expresión de que comúnmente denominamos espíritu democrático”
(1988, p. 122).
Esta forma de igualdad significa que la legislación no puede discriminar,
positiva o negativamente, a ninguna persona o grupo de personas ya sea por su
sexo, edad, religión, forma de pensar u otra condición. Asimismo, establece que
ninguna persona o grupo debe recibir un tratamiento preferencial, cualquiera
sea su género, situación laboral, edad, etc. La igualdad ante la justicia es
una consecuencia de la anterior, y es necesaria para que pueda aplicarse el
principio de la igualdad ante la ley. Como igualdad formal exige que todos sean
tratados del mismo modo por el sistema judicial y los organismos auxiliares a
este, excluyendo toda forma de discriminación negativa o positiva. La igualdad
ante el mercado es mencionada, pero no analizada por Hayek; se podría pensar que no es necesario hacerlo porque existe
un tácito acuerdo que como compradores o vendedores todos son iguales, y las
diferencias individuales son irrelevantes en este campo.
Hayek cuestiona a los que quieren instaurar la
igualdad, o al menos disminuirlas desigualdades sociales y económicas, porque
eso implicaría imponer un modelo de distribución económica. “La pretensión de
igualdad es el credo profesado por aquellos que quieren imponer sobre la
sociedad un preconcebido patrón de distribución deliberadamente escogido, sea
en orden a la igualdad o la desigualdad” (Hayek,
1988, p. 124). Considera que la distribución de la renta nacional que se
produce en un mercado libre no puede ni debe ser modificada porque eso
alteraría el funcionamiento del mercado y perjudicaría a todos, incluso a
aquellos que se busca favorecer mediante medidas redistributivas. Los
partidarios de disminuir la desigualdad, basados en una idea fantasiosa del
mérito individual, realmente están buscando modificar la distribución que se
produce espontáneamente en el mercado (1988, pp. 124-125).
Consiguientemente, Hayek ha
desarrollado, a través de toda su obra, una crítica económica, ética y política
a la legislación redistributiva de los Estados contemporáneos, a los que
denomina “intervencionistas”, y a su fundamento ético y político que es la
concepción de “la justicia social”.
Finalmente, se expondrá otro aspecto del pensamiento hayekiano sobre la
libertad, su relación con el mercado. Esto no significa que este tema sea de
menor importancia que los precedentes; a partir del orden de exposición seguido
se ha buscado destacar la complejidad de la reflexión de Hayek sobre la libertad, la cual excede ampliamente una visión
económica estricta. De este modo, el lector puede hacerse una idea clara sobre
cómo concebía la relación entre la libertad y el mercado, que se basa y
concuerda con su concepción del hombre y la sociedad. Este tratamiento
explicita la diferencia del pensamiento de Hayek
sobre la libertad con el de Friedman,
que la identifica con la libertad económica (1966).
En su concepción de la historia, Hayek
atribuye gran importancia al lento y progresivo cambio civilizatorio que
condujo hasta la “gran sociedad” o “sociedad extendida”. Según se ha expuesto,
lo que caracteriza a las sociedades tribales es que en ellas no hay espacio
para las iniciativas individuales y toda la conducta debe regirse estrictamente
por las normas comunitarias del grupo. Para Hayek, los hombres no nacen libres, sino que fueron,
progresivamente, haciéndose libres (1966).
Lo anterior significa un cambio profundo: el reemplazo de la obediencia a
un jefe por la disciplina civilizatoria; es decir, la adecuación a un orden de
nuevas tradiciones individualistas y abstractas. En la nueva situación la
conducta de cada uno no está regida o subordinada a fines grupales, sino que
cada persona puede decidir sus propios fines y cómo realizarlos de modo más
eficiente (1966).
Este análisis muestra que, en opinión de Hayek, la libertad en Occidente surge en el desarrollo histórico de
la humanidad y con la evolución del mercado. Por ello, se puede decir que la
libertad económica es una dimensión indispensable de la libertad individual.
Consiste en la capacidad de elegir si se desea realizar o no una actividad
económica y cuál sería esta, como empleado o independiente; qué productos se
quieren comprar, en qué cantidad y a qué precio; en la facultad de gastar o
ahorrar; en el libre ejercicio del derecho de propiedad; etc. Según Hayek, actualmente la mayor amenaza
para el ejercicio de la libertad económica y del mercado libre proviene “de las
propias instituciones prevalentes en el mundo occidental; existe un conflicto
irreconciliable entre democracia y capitalismo, no de la democracia en cuanto
tal, sino las particulares formas de organización democrática que hoy se
consideran como las únicas formas posibles, que originan una expansión
progresiva del control del gobierno sobre la vida económica, aun cuando la
mayoría de la gente desea conservar una economía de mercado.” (2007c, pp. 141-142)
Su análisis coincide con el de Mises,
quien en 1944, el mismo año en que se publicó Camino de servidumbre, editó su libro Burocracia, en el cual sostiene que se ha creado una nueva y
anómala forma de gobierno. Esta no respeta la libertad individual debido a que
los principales funcionarios del Estado se arrogan, ilegítimamente, la
capacidad de planificar e intervenir la vida económica.
A través de sus obras, Hayek ha
analizado las formas en que los Estados limitan la libertad económica. Las más
importantes serían: (a) la fijación de precios fijos o máximos para ciertos
productos, interfiriendo la ley de determinación del precio por el juego de la
oferta y la demanda; (b) el establecimiento de salarios mínimos (por hora o
mensuales) que distorsionan el mercado laboral y el conjunto de los mercados
interconectados; (c) la legislación que dificulta o encarece el funcionamiento
del mercado laboral a través de restricciones a la libertad de contratar y
despedir; (d) los impuestos progresivos generales (de ingreso, ganancia, de
herencia y otros) que, a juicio de Hayek,
constituyen una forma de expropiación a una minoría; (e) los impuestos a las
importaciones y las exportaciones que constituyen una exacción injustificada a
los exportadores y los consumidores.
Nuestro autor piensa que en un mercado libre las decisiones económicas
individuales no solo son una parte indispensable de la libertad individual,
sino que sus efectos serán beneficiosos para todos, puesto que maximizarán el
uso de los factores del mercado, ya que existe una tendencia al equilibrio
entre dichos factores. Hayek no está
de acuerdo con Adam Smith, quien
pensaba que la mano invisible de la Divina Providencia de Dios aseguraba el
orden del mercado y la prosperidad de todos, pues se declara agnóstico (Hayek, 1990), y, por ello, cree que
existe, en la misma dinámica del mercado, una tendencia impersonal al
equilibrio de los factores.
Desde su perspectiva, la libertad económica permite una adecuada
rentabilidad de las inversiones, las cuales se transformarán en nuevas
inversiones, en creación o ampliación de empresas, lo que producirá una mayor
demanda laboral, y eso aumentaría el valor de los salarios. Por lo anterior, afirma que la actividad de
los sindicatos de presionar para aumentar el nivel de salarios a corto plazo
altera o limita las posibilidades del crecimiento económico. Consiguientemente,
critica a los Estados que permiten la formación de grandes sindicatos con gran
capacidad de presión.
Jorge Vergara Estevez, Mercado y
sociedad. La utopía política de Friedrich Hayek, Corporación Universitaria
Minuto de Dios, Bogotá 2015, pp. 119-125
Bibliografia:
1988, Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial
1996, Sobre liberalismo, Folio
1966, Derecho y ley. Recuperado el 7 noviembre de 2014
de http://www.elcato.org/node/1286/print
1990, La fatal arrogancia, Centro de Estudios Públicos
2007c, La pretensión del conocimiento, Unión Editorial,
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