No linealitat, creativitat i cervell.
El cerebro humano es una máquina creativa, un objeto natural complejo, no lineal (…)
La mayoría de los sistemas con los que trabajan los ingenieros son lineales o deterministas. (…) Un sistema lineal es tal que, dado un conocimiento suficiente de los valores de las variables que describen el sistema en un momento dado y dado un conocimiento suficiente acerca del modo en que se modifican esas variables, es posible predecir con gran precisión el futuro del sistema. Si en un sistema lineal se introduce una “señal de entrada”, es posible saber con exactitud cuál será la “señal de salida”. Es evidente que tal característica resulta muy útil cuando se procura diseñar una red de comunicaciones, un dique o un avión. En los sistemas no lineales, en cambio, aunque se cuente con información exhaustiva sobre el estado del sistema en un momento particular y con un modelo muy bueno del modo en que las variables interactúan, es imposible predecir el futuro del sistema. El motivo reside en que cambios pequeños en las condiciones iniciales del sistema pueden amplificarse a lo largo del proceso y provocar cambios enormes en una etapa posterior. Por lo tanto, cuanto más lejanas sean las predicciones, menos será el grado de exactitud. Es más, una señal de entrada pequeña introducida en un sistema no lineal puede causar una salida inmensa. O quizás, no provocar salida alguna. El mejor ejemplo de sistema no lineal es el clima. Es posible estimar la probabilidad de que el clima se encuentre en cierto estado en el futuro, y el estado actual del sistema es una función de estados pasados (es decir, el sistema tiene memoria, pero sin embargo no podemos predecir su trayectoria futura con certidumbre. Por fortuna y por desgracia para los científicos, los cerebros no son lineales. En la naturaleza, no existen sistemas lineales fuera del mundo mineral. (pàgs. 14-15).
Permitir que el cerebro repose abre el sistema para que sea posible aprovechar los mecanismos de no linealidad y aleatoriedad, y amplifica la tendencia natural del cerebro a combinar percepciones y recuerdos y convertirlos en conceptos nuevos. Datos no sistemáticos obtenidos a partir de la observación de escritores y artistas, así como investigaciones psicológicas recientes constituyen la base de la idea de que, con el fin de aprovechar a fondo el potencial creativo del cerebro, un sistema complejo no lineal, debemos permitirnos gozar de períodos extensos e ininterrumpidos de ocio. (pàgs. 22-23)
Rilke era una persona sensible, no compatible con su época. La Europa de los primeros años del siglo XX fue testigo del nacimiento brutal de la economía industrial moderna y de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Durante ese período, también nació la creciente obsesión de la clase capitalista por medir el tiempo y maximizar la eficiencia del trabajador. Y fue entonces también cuando los primeros atisbos de la naciente industria de la administración del tiempo empezaron a envolver la cultura con sus tentáculos. Por primera vez, se multiplicaban los relojes en oficinas, fábricas y hogares. Los trabajadores se concebían como máquinas insertas en un sistema ideado para producir ganancias para los propietarios de la economía. Con ese telón de fondo, el introspectivo y sensible Rilke sacrificó el amor romántico, la familia y las comodidades materiales en aras de su arte.
Rilke sabía que dedicar el tiempo a no hacer nada era fundamental para su proceso creativo. Aspiraba a entregarse al ocio con alegría, lo que para nuestros oídos de un siglo XXI sobrecargado de trabajo y atiborrado de tareas suena sorprendente. Gozar del ocio es anatema a nuestra creencia cultural de que si no desarrollamos una continua actividad, no aprovechamos al máximo nuestro potencial, creencia que nos enseñan de manera implícita desde nuestra infancia.
Las neurociencias modernas tal vez nos muestren que, en rigor, la verdad es contraria: nuestro verdadero potencial solo puede realizarse si disponemos de períodos en los que no hacemos nada. Como señala Oscar Wilde en El alma del hombre bajo el socialismo “la Humanidad se divierte o goza de un descanso cultivado –que esa es la finalidad del hombre, y no la tarea-, o haciendo hermosas cosas, o leyéndolas, o simplemente contemplando el mundo con admiración y delicia”.
Investigaciones recientes han revelado que es probable que algunas formas de autoconocimiento solo se presenten en estado de ocio. La red neural por defecto se activa solo cuando estamos en reposo, pero también cuando centramos nuestra atención en nosotros mismos y nos entregamos a la introspección. La mente empieza a vagar, y los contenidos de nuestro inconsciente se filtran en la conciencia. La red neural por defecto nos permite procesar información vinculada con relaciones sociales, nuestro lugar en el mundo, nuestras fantasías respecto del futuro y, por supuesto, las emociones. (pàgs. 85-86)
El cerebro humano es único en el reino animal por contar con capacidad para idear soluciones innovadoras para los problemas. Los animales, en especial los primates no humanos, son, sin duda, creativos. Sin embargo, su creatividad está restringida a los estrechos límites de sus mundos perceptuales y cognitivos. Los seres humanos han inventado tecnologías que permiten extender la percepción a porciones no visibles del espectro electromagnético y es probable que pronto podamos, incluso, extender nuestra memoria y nuestra cognición mediante neurotecnología. Muchos especialistas en neurociencias argumentan que los seres humanos son únicos en su grado de conciencia. Además, son la única especie que ha creado sistemas de comunicación que permiten crear arte y adquirir corpus complejos de conocimientos.
Ahora estamos usando el cerebro para entender el cerebro. Otra característica singular de los seres humanos es que pueden darse el lujo de ser holgazanes gracias a la tecnología y la cultura. (pàg. 37)
Cuando el cerebro recibe un bombardeo de estímulos como mensajes de texto, actualizaciones de Facebook, encargos, conducir, hablar con el jefe, revisar una lista de tareas pendientes, etc., está ocupado respondiendo lo que el especialista en neurociencias Scott Makeig (…), denomina “el desafío del momento”. Sin duda, es muy importante ser capaz de responder a las demandas del momento. A veces la supervivencia depende de la capacidad de enfrentar con éxito ese desafío. Sin embargo, si ese momento se convierte en todos los minutos de todos los días de todos los meses de todos los años, al cerebro no le queda tiempo disponible para establecer nuevas conexiones entre cuestiones en apariencia inconexas, identificar patrones y elaborar nuevas ideas: en otras palabras, no le queda tiempo para ser creativo. (pàg. 36)
El único sistema del universo que, según sabemos, puede ser innovador es el cerebro humano. Pero el cerebro necesita libertad, largos períodos de ocio, emociones positivas, bajos niveles de estrés, aleatoriedad, ruido y un grupo de amigos compartiendo un té en el jardín para ser creativo. La verdad es que no es posible tenerlo todo. Hasta que descubramos la manera de dotar a los robots de un “modo creativo”, los seres humanos seguirán siendo la única fuente de innovación en el futuro inmediato. (pàgs. 155-156)
Andrew J. Smart, El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto
automático del cerebro, Clave Intelectual, segunda edición 2015
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