El concepte nominalista de societat (Friedrich Hayek).

Forges
El  teórico austriaco asume un concepto nominalista de la sociedad, concordante con su individualismo metodológico. Sostiene que solo se puede comprender las acciones sociales como conjuntos de acciones individuales. No es posible intentar entenderlas directamente, como postula el colectivismo metodológico. La sociedad no existe independientemente de los individuos y es el nombre del conjunto de sus interacciones.

Según Hayek, “llamamos sociedad a una multitud de hombres cuando sus actividades están mutuamente ajustadas entre sí. Los hombres en una sociedad pueden perseguir exitosamente sus metas porque saben qué esperar de sus pares. Sus relaciones, en otras palabras, muestran un cierto orden.” (2002a, p. 1)

Por lo tanto, la sociedad no sería un sujeto colectivo político ni ético; no podría ser interpelada y no se le podría atribuir responsabilidad ni deber alguno. Sin embargo, su concepción de los órdenes autogenerados en la sociedad contemporánea implica un realismo conceptual; incluso en uno de sus primeros artículos habla del mercado como un “organismo”.

Desde su perspectiva, la sociedad sería, básicamente, una forma de orden. En el primer tomo de Derecho, legislación y libertad, de 1973, Hayek dice que el concepto de orden es fundamental para comprender una sociedad, y lo define como “un estado de cosas en el cual una multiplicidad de elementos de diversa especie se relacionan entre sí, de tal modo que el conocimiento de una porción espacial o temporal del conjunto nos permite formular acerca del resto unas expectativas adecuadas o que por lo menos gocen de una elevada probabilidad de resultar ciertas.” (1978a, pp. 64-65)

Hay dos tipos de orden que coexisten articuladamente en una sociedad: los órdenes espontáneos y los creados o artificiales. En otros términos, tradiciones y organizaciones o estructuras. Hay que distinguir entre un orden que se genera a sí mismo, un orden espontáneo, respecto a un orden creado conscientemente, que corresponde al de las organizaciones. Cada uno posee diferentes tipos de reglas y leyes. El primero es un sistema o conjunto articulado de tradiciones, la principal de las cuales es el mercado, las otras son el lenguaje, el derecho consuetudinario y las reglas morales. Este conjunto de órdenes espontáneos o autogenerados, Self-Generating Orders, requieren la existencia de un conjunto de organizaciones privadas y públicas, especialmente el Estado que también es definido desde una perspectiva nominalista.

Señala que en el griego clásico el conjunto de órdenes espontáneos se denomina kosmos, y el segundo, taxis. Solo este responde a fines preestablecidos por sus creadores y miembros. Según Hayek, frecuentemente se cae en el error racionalista de pensar que todo orden es artificial, y con ello se rechaza la existencia en la sociedad de órdenes autogenerados; no obstante, se acepta sin discusión la existencia de sistemas autorregulados biológicos y cibernéticos.

Hayek considera que el individualismo es un resultado necesario del nominalismo político, mientras que las teorías colectivistas  —el “falso individualismo” de Rousseau y los fisiócratas— tienen su origen en la tradición “realista” o “esencialista”.

Asevera que las ciencias sociales se crearon en el siglo XVIII cuando se descubrió la existencia de estos órdenes espontáneos. El ejemplo paradigmático de ellos sería el mercado como lo concibió Adam Smith con la mano invisible de la Divina Providencia. Este sería el resultado espontáneo de las acciones económicas que se realizan en un ámbito determinado, sin ninguna planificación. Hayek se declara agnóstico, por ello reinterpreta los textos de Smith de modo secularizado, como una metáfora de un orden que se produce por sí mismo, por la conjunción de efectos no buscados de los individuos. Según Hayek, “la famosa frase de Adam Smith relativa a ‘la mano invisible’se trata de una expresión mediante la cual, en el lenguaje de su tiempo, dicho autor intentó expresar el hecho de que cada ser humano se ve obligado a contribuir al logro de fines que no entraba en su ánimo colmar” (1978a, vol. I, p. 68).

Las propiedades principales de los órdenes autogenerados son la alta complejidad, no ser perceptibles sensorialmente, se basan en relaciones abstractas y no persiguen un fin determinado. “Su existencia no tiene por qué estar al alcance de nuestros sentidos, por estar dicho orden basado en relaciones puramente abstractas que solamente cabe establecer; y, finalmente, al no ser productos de creación intencionada, no puede legítimamente decirse que persiga un fin determinado” (1978a, vol. I, p. 70). Son abstractos porque consisten en relaciones entre elementos cuyas propiedades son abstractas, por lo que no pueden ser comprendidos empíricamente, sino que se requiere de una teoría. Los órdenes artificiales, en cambio, “son relativamente simples (siempre estarán limitados por el grado de complejidad que la mente de su creador puede abarcar); suelen ser concretos, su existencia puede ser percibida intuitivamente por la simple inspección y, por último por tratarse de creaciones deliberadas, se hallan siempre al servicio de algún propósito propiciado por su creador.” (1982a)

Las normas que constituyen los órdenes autogenerados hacen posible las interacciones humanas. Por una parte, la comunicación, y, por otra, los intercambios económicos y la coordinación del trabajo. Esto beneficia a todos. El desarrollo de estos órdenes autogenerados ha permitido la evolución de la civilización occidental.

Por ejemplo, la actuación de los individuos en el mercado es similar al uso correcto y exitoso del lenguaje, basado en la colaboración espontánea de los hablantes que actúan de acuerdo con las reglas lingüísticas. La “competencia lingüística” es decir, la capacidad efectiva de comunicarse en un lenguaje por escrito y verbalmente no requiere formación científica, no se necesita conocer las razones por las que es correcto el uso de una estructura lingüística, aunque sí es necesario darse cuenta cuándo se ha cometido un error.

Para Hayek, tanto las sociedades humanas como las animales son evolutivas; por ello, van desarrollando modalidades cada vez más eficientes de adaptación al medio. Hayek asevera que esta eficiencia se manifiesta en que las actuales son capaces de permitir la supervivencia de un número mucho mayor de habitantes que las del pasado, y con mayores niveles de bienestar. Esta postura teórica es denominada “naturalismo”, puesto que homologa las sociedades humanas a las animales y considera que están regidas por las mismas tendencias básicas.

La principal característica es que ambas se generan y reproducen por sí mismas, no requieren decisiones de sus miembros. El papel que la programación instintiva y el aprendizaje cumplen en la reproducción de las sociedades animales en las humanas se realiza por las normas tradicionales que provienen de los órdenes autogenerados y los aprendizajes culturales. Más aún, el éxito de los individuos en las sociedades, según Hayek, depende de su herencia; es decir, de su superioridad adaptativa innata (2007a).



Jorge Vergara Estevez, Mercado y sociedad. La utopía política de Friedrich Hayek, Corporación Universitaria Minuto de Dios, Bogotá 2015, pp. 150-155

Bibliografia:

2002 a, Clases de orden en la sociedad, Revista Libertas
1978 a, Derecho, legislación y libertad, Unión Editorial
1982 a, Law, legislation and Liberty, rules and order, Routledge and Kegan Paul

2007 a, El atavismo de la justicia social, Unión Editorial

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