Autoorganització, funcionament del cervell i aparició del jo:


... es la inquietante tendencia de los sistemas no lineales a reorganizarse de tal modo que desarrollen correlaciones temporales y espaciales de largo alcance. En otras palabras, cuando se observa una colonia de hormigas, lo que se percibe es la apariencia de una estructura y una organización globales. Sin embargo, cada hormiga de la colonia solo interactúa localmente con otras hormigas que se encuentran en su vecindad inmediata. Ninguna hormiga es consciente de la existencia de la colonia en cuanto totalidad, sin embargo, como resultado de las interacciones simples de las hormigas individuales, surge la colonia. Lo mismo ocurre con las neuronas. Las neuronas del cerebro no saben que son parte de un cerebro, mucho menos parte de una persona. La clave radica en que la autoorganización surge a partir de la dinámica interna del sistema, sin que exista una “señal didáctica” externa. La autoorganización solo puede presentarse a partir de sistemas no lineales. Pueden mencionarse, como ejemplo, los cerebros, las sociedades, las economías y las colonias de hormigas. A partir de la interacción de elementos simples que constituyen un sistema autoorganizado, puede surgir un comportamiento muy complejo. (…) La autoorganización es la razón por la que el cerebro y la noción del yo se mantienen casi constantes de un día para otro. La autoorganización también es el motivo por el que los climas conservan una estabilidad relativa y cambian de manera muy gradual. Un umbral no lineal es la razón por la que hasta un aumento pequeño en términos relativos del volumen de dióxido de carbono puede significar un inmenso cambio en el clima. (pàgs. 16-17)

La idea de autoorganización contradice nuestra intuición mecanicista respecto de la causación. El sentido común nos dice que si algo está organizado ha de deberse a la intervención de alguna fuerza externa inteligente, porque el orden no puede ocurrir de manera espontánea. Sin embargo, esta creencia no es correcta.

En la naturaleza, la autoorganización adaptativa no es la excepción sino la regla. La ciencia y la ingeniería han descubierto que es muy difícil, si no imposible, controlar los sistemas que se autoorganizan. En el campo de la ciencia, se han realizado ingentes esfuerzos por controlar eventos como el clima, las crisis epilépticas o los movimientos sociales espontáneos. No obstante, todos los intentos fueron en vano.

(…) ¿Por qué a lo largo de la historia resultó tan difícil para gobernantes, jefes, gerentes, dictadores, capitalistas y gurúes de la administración del tiempo controlar los sistemas autoorganizados más avanzados?

Muchos científicos postulan que nuestra economía es un sistema autoorganizado, por ejemplo. Pero veremos que cuando, como resultado de fuerzas externas, los sistemas de esas características llegan mucho más allá del estado denominado “criticidad”, pueden colapsar o modificar por completo el modo en que responden al entorno.

Ya sea que el sistema del que hablamos sea un ser humano, una sociedad o el clima, permanecer dentro de ciertos límites es esencial para su estabilidad. En el caso de los seres humanos, este podría ser el motivo por el que el ocio es tan importante: permite al sistema retornar a lo que se denomina “dinámica estable”. (…)

La autoorganización es un rasgo de la complejidad, que a veces se denomina “emergencia”: significa que el comportamiento complejo de un sistema exhibe características macroscópicas que ninguno de los componentes del sistema posee. (…)

… las neuronas individuales del cerebro no saben que forman parte del cerebro o que constituyen un “yo”. (…) Una de las persistentes ilusiones filosóficas que hemos albergado durante siglos es que en algún sitio del cerebro, una personita llamada Homunculus controla las acciones cerebrales. O que incluso sin Homunculus, hay una parte específica del cerebro que de alguna manera funciona como centro de comando y control, y dicta lo que el cerebro debe hacer.


Las neurociencias han revelado que no existe tal centro de control en el cerebro. Hay centros en las redes cerebrales cuya actividad es más importante, pero no existe un único centro que dirija la acción. El cerebro, en cambio, es mucho más parecido a una colonia de hormigas: miles de millones de neuronas colaboran para dar origen a nuestro yo, sin la mediación de ningún agente externo o interno. En otras palabras, somos un fenómeno autoorganizado emergente. (pàgs. 99-107)

Andrew J. Smart, El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto automático del cerebro, Clave Intelectual, segunda edición 2015

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