Cervell, creativitat i oci.
Andrew J. Smart |
La “red en estado de reposo” o
“red neural por defecto” (DMN por sus siglas en inglés: default-mode-network),
como se denomina, fue descubierta por el neurocientífico Marcus Raichle, de la
Universidad de Washington, St . Louis, en 200. Esa red se activa cuando no
hacemos nada. Raichle observó que cuando sus sujetos yacían en un equipo de
resonancia magnética efectuando las exigentes tareas cognitivas requeridas para
sus experimentos, había áreas cerebrales cuya actividad, en realidad,
disminuía. El hallazgo fue sorprendente, pues hasta entonces se sospechaba que
durante el desempeño de tareas cognitivas la actividad cerebral debía aumentar
en comparación con la correspondiente a otra tarea o a una “línea
isoeléctrica”. Raichle, entonces, investigó qué ocurría en el cerebro en el
período que transcurría entre las tareas experimentales. Lo que halló fue una
red específica que incrementaba la actividad cuando los sujetos parecían
desentenderse del mundo exterior. Cuando se debe desempeñar unba tarea tediosa
en un experimento realizado en un resonador magnético, por ejemplo memorizar
una lista de palabras, ciertas zonas del cerebro aumentan la actividad y otras
la disminuyen, lo cual no parece ser peculiar. Sin embargo, si todo lo que el
sujeto hace es permanecer con los ojos cerrados o mirar fijamente la pantalla,
la actividad cerebral no disminuye, sino que simplemente cambia de lugar. La
zona que se desactiva durante la ejecución de tareas aumenta su actividad
durante el reposo: se trata de la red de estado de reposo. Desde entonces, se
han publicado cientos de artículos científicos que examinan oa actividad
cerebral durante el reposo. (…)
Muchas zonas del cerebro están especializadas
para ciertas funciones. Por ejemplo, la corteza visual procesa información
visual temprana, y la amígdala genera advertencias y nos ayuda a decidir si
ofrecemos batalla o huimos. La red de estado de reposo está especializada para
esos momentos en que no es necesario preocuparse por huir de un asaltante o
revisar si llegó un mensaje al teléfono móvil. Cuando no hay nada especial para
hacer, la red de estado de reposo se activa y empieza a hablar consigo misma
(es decir, con el individuo). (…) La red de estado de reposo interviene en los
momentos en que se deja vagar la mente o se sueña despierto. Se activa cuando
estamos echados en el césped una tarde de sol, cuando cerramos los ojos o
cuando miramos por la ventana mientras estamos en el trabajo (si tenemos la
fortuna de tener una ventana en el lugar de trabajo). Lo más interesante,
quizá, es que esos raros momentos en que exclamamos “¡Eureka!” pueden ser más
frecuentes entre las personas que permiten que sus redes de estado de reposo
dispongan de tiempo para reverberar.
Para muchos psicólogos experimentales y
neurocientíficos, aceptar la idea de una red de estado de reposo no es fácil, puesto que un supuesto fundacional de la
neurociencia cognitiva consiste en que a menos que se estimule el cerebro con
una señal externa, cualquier actividad cerebral detectable no es más que ruido.
¿Cómo es posible que exista una red cerebral coherente dedicada a no hacer
nada? En la actualidad, la importancia de la red neural por defecto es tema de
controversia en los campos de la psicología y las neurociencias. ¿Para algunos
psicólogos, el cerebro es básicamente reflexivo y su único motor son las
demandas momentáneas del entorno.
Como resultado, algunos científicos
consideran que estudiar el cerebro en reposo es una pérdida de tiempo. (…) En
otras palabras, creen que no hay posibilidad alguna de que lo que hace el
cerebro cuando el individuo no hace nada revista interés desde una perspectiva
científica: si la persona no hace nada, el cerebro tampoco. (…)
Sin embargo, resulta que el cerebro no se
limita a estar a la espera del próximo estímulo, sino que se encuentra activo
siempre y espontáneamente: mantiene, interpreta, responde y anticipa. De hecho,
el cerebro utiliza más energía para desarrollar su actividad espontánea e
intrínseca que para ejecutar tareas específicas como multiplicar ocho por siete
o rellenar las celdas de una plantilla de cálculo. Según el prestigioso
especialista en neurociencia György Buzáki, profesor del Centro Rutgers de
Neurociencia Molecular y Comportamental, la mayor parte de la actividad
cerebral se genera intrínsecamente. Los
etímulos externos suelen causar solo perturbaciones menores en el programa
cerebral, que se controla internamente. Pero no nos equivoquemos: las
perturbaciones externas son decisivas para que el cerebro se desarrolle con
normalidad. No existe cerebro que pueda desarrollarse en aislamiento: necesita
“calibrarse” respecto del mundo externo a través de la experiencia. No
obstante, el cerebro en cuanto sistema complejo mantiene su equilibrio mediante
patrones que el cerebro mismo genera. (…)
Lo que surge, sin embargo, es la idea de que
las percepciones, los recuerdos, las asociaciones y los pensamientos pueden
necesitar de una mente en reposo para abrirse paso en nuestro cerebro y
establecer nuevas conexiones. (pàgs.
32-35)
El descubrimiento de una red en estado de
reposo es muy reciente: se lo ha comparado al descubrimiento de la omnipresente
“energía oscura” del universo.
Así como resulta inquietante imaginar que
pueda existir en realidad un “lado oscuro de la fuerza” del que no sabemos casi
nada, también provoca cierto escozor pensar que el cerebro desarrolla una gran
actividad mientras miramos la nada. Durante buena parte de la historia de la
ciencia moderna, lo que pareció ser mero ruido era, en realidad, alguna verdad
profunda que aún no comprendíamos. En los campos de la neurociencia y la psicología,
la actividad espontánea del cerebro se consideró ruido hasta hace muy poco.
Pero podría ocurrir que ese ruido, en realidad, constituyera la clave para
comprender de manera cabal nuestra mente.
Científicos como Buzáki y Raichle estiman que
alrededor del 90 por 100 de la energía del cerebro se destina a sostener la
actividad basal, lo que significa que, sin importar qué tarea realice, el
cerebro en descanso representa la vasta mayoría del consumo energético total
cerebral. Se trata de lo que se conoce como actividad intrínseca del cerebro.
Cuando se activa la red neural por defecto al no hacer nada, esa red adquiere
robustez y coherencia. Por lo tanto, nuestro cerebro parece violar de algún
modo la segunda ley de la termodinámica que establece, que libradas a sí
mismas, las cosas en general tienden a desordenarse y perder calor; es lo que
se denomina “entropía”. Este es el motivo por el que el desorden de la cocina
aumenta cuanto más tiempo se pasa sin ordenarla y limpiarla. Pero el viejo
adagio “los platos no se lavan solos” no se puede aplicar al cerebro.
Muy por el contrario, cuando grandes
porciones del cerebro quedan desantendidas porque nos tumbamos en el césped a
gozar de una tarde de sol, esas áreas del cerebro que se encuentran en la red
neural por defecto aumentan su organización y actividad. En el cerebro, los
platos se lavan solos si los dejamos en paz. Resulta que el cerebro jamás se
entrega al ocio; en rigor, es probable que trabaje más cuando no estamos
haciendo nada. (…)
Durante la ejecución de una tarea mental,
como añadir algo a la lista de tareas pendientes, solo se producen
perturbaciones menores en la actividad basal del cerebro. Por ejemplo, la
energía neural requerida para presionar un botón cada vez que se enciende una
luz roja en un experimento de laboratorio no es más que una pequeña fracción
(solo 0,5 por 100) de la energía total que el cerebro gasta en cualquier
momento.
En cambio, el modo predeterminado del cerebro
utiliza un porcentaje mucho mayor de la energía cerebral total. Tratar de
elucidar qué está haciendo el cerebro para consumir toda esa energía cundo el
sujeto no hace absolutamente nada, es la labor a la que han empezado a entregar
Marcus Raichle y otros especialistas en neurociencias. (pàgs. 49-51)
Lo sorprendente de la DMN es que su actividad
aumenta cuando no hacemos nada. ¿Qué
significa esto exactamente? Desde la perspectiva de un investigador que utiliza
imágenes cerebrales obtenidas con equipos de resonancia magnética, significa
que la actividad que desarrolla esa red alcanza su pico cuando los sujetos
yacen en la camilla del equipo sin hacer absolutamente nada. (pàg. 54)
Hasta hace muy poco, solo era posible
estudiar la respuesta de los seres humanos a estímulos externos. No fue sino
hasta que se se desarrollaron tecnologías que permitieron ver el interior de un
cerebro vivo y estudiar su actividad durante el ocio que pudo descubrirse que
la mayor parte de la actividad cerebral está dedicada a operaciones internas.
(pàgs. 61-62)
El significado de todo lo dicho hasta aquí es
que cuando nos echamos y dejamos vagar la mente –o en el extraño lenguaje de la
literatura neurocientífica, entregarse al “pensamiento independiente del
estímulo”-el cerebro se organiza más
que cuando estamos tratando de concentrarnos en alguna tarea como asignar un
código de colores al calendario Outlook. La actividad en esas regiones, y en la
red en su totalidad, aumenta. (pàg. 65)
Andrew J. Smart, El arte y la ciencia de no hacer nada. El piloto
automático del cerebro, Clave Intelectual, segunda edición 2015
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