Quan la veritat pura és una mentida.




Vladimir Jankélévitch





En un breve escrito de 1797, Acerca de un pretendido derecho a mentir por filantropía, Kant reprocha a Benjamín Constant que haya sostenido la licitud de la mentira: el agente moral estaría obligado a decir la verdad únicamente a aquellos que tienen derecho a esa verdad; y, a su vez, Kant plantea: la veracidad es absoluta e incondicionalmente exigible, sea cual sea el inconveniente que de ahí resulte. La Metafísica de las costumbres daba la razón de ello, y esa razón es que la mentira aniquila la dignidad de la persona: cuando la persona no cree ella misma lo que dice a otro, esa persona tiene menos valor que una cosa [...] Todo ese purismo liquida a demasiado bajo precio Tragedia y Alternativa. Porque es hacer el ángel, eso de tratar a la ligera la finitud del hombre: olvidar, un tanto deprisa, que el hombre es un ser anfibio, a la vez ángel, y bestia, retenido en la zona mixta de la existencia [...] La criatura, acantonada en su condición intermedia, está en residencia forzada entre dos extremos [...] La necesidad de mentir para mejor hacer comprender la verdad cabe en una maldición del mismo orden que la de la dolorosa mediación del trabajo. Todo discurso toma tiempo, y el tiempo, al cual el impaciente trata como obstáculo, es la primera mentira; puesto que el tiempo aplaza lo que nuestro anhelo exige [...] No puede ser que los hombres pobres sufran dolor, esto es más importante que nada, la verdad incluida [...] La verdad es poca cosa ante un remordimiento eterno; la verdad es poco importante cuando su condición sea la desdicha de un solo harapiento; sólo con admitir el suplicio de un solo niño en beneficio del superior interés de la verdad es como para perder cualquier deseo de comer el pan nuestro [...] La mentira-por-amor, que es superverdad, es paradójicamente más verdad que la verdad verdadera; la verdad pneumática de la mentira de amor es más verdadera que la verdad gramática de la verdad pura y simple. Es la verdad pura y simple la que es en muchos casos una mentira. Un sabio que miente por bondad es pues más profundamente verídico que un sofista que dice la verdad por maldad. ¡Malditos sean los que ponen por encima del amor la verdad criminal de la delación! ¡Malditas sean las bestias que dicen siempre la verdad! ¡Malditos, los que nunca han mentido! [...] Cuando hay peligro de muerte, el imperativo vital de la legítima defensa tiene prioridad sobre los pseudo-escrúpulos de los casuistas y sobre las argucias de la mala fe. Perseverar en el ser, es la condición elemental y mínima sin la cual todo lo demás queda caduco e ineficaz. Porque, cuando la vida esté muerta, la esperanza lo estará también. No, Kant no tiene razón: los caníbales no tienen derecho a la verdad; la verdad no está hecha para los sinvergüenzas que sueñan con degollarla; ciertamente, la dignidad de la persona humana no admite, en principio, ninguna excepción: pero el deber de veracidad halla naturalmente su límite en la mala fe que pone su dialéctica al servicio de suprimirla [...] ¡Ninguna verdad para los asesinos de la verdad! [...] La verdad debe sobrevivir al precio que sea, aun impura, y, si es necesario, mantenida viva mediante mentiras [...] La libertad no debe hacerle el juego a la tan sospechosa intransigencia ni al pseudo-catarismo, que es el juego del diablo [...] Ser veraz pase lo que pase o, como osa escribir Kant, sea cual sea la consecuencia que de ello se siga, no es tomar en cuenta todas las circunstancias de un caso concreto, es responder brutal y abstractamente, con un sí o un no, a las cuestiones planteadas por la conjetura moral [...] El diablo, como su alumno Tartufo, carece de defectos, el diablo tiene siempre razón, Satán argumenta bien, Satán es perfecto, Satán, como antaño lo hiera el ocupante a los ojos del ocupado estúpido, siempre se mantiene correcto [...] Pero mentir a los policías alemanes que nos preguntaban si ocultábamos en casa a algún patriota, no es mentir, es decir la verdad; responder: no hay nadie, cuando hay alguien, es el más sagrado de los deberes. Aquel que dice la verdad al policía alemán es un mentiroso. Aquel que dice la verdad al policía alemán es, él mismo, un policía alemán. Aquel que dice la verdad a los enemigos del hombre es, él mismo, un enemigo del hombre [...] No, los verdugos de Auschwitz y los estranguladores de Tulle (1) no merecen que se les diga la verdad esa verdad que se les pretende decir no se hizo para ellos.

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