Respectar les cues i l'ètica.






No sigo el fútbol y soy republicano, pero esta noticia me ha gustado mucho: David Beckham hizo cola durante doce horas para presentar sus respetos a Isabel II. No aprovechó su fama para colarse ni para pedir trato de favor. Y podría haberlo hecho: los diputados tenían acceso prioritario para ellos y cuatro personas más, y uno invitó al exfutbolista. Pero Beckham dijo que su abuelo no se habría saltado la cola, así que él tampoco lo haría.

La decisión de Beckham de no beneficiarse de la invitación del diputado (y la del resto de personas que esperó su turno sin colarse) recibiría el elogio, por ejemplo, de cualquier filósofo de tres de las principales corrientes de la ética:

1. La deontología, la ética de los deberes. Su principal exponente es Immanuel Kant. Aquí importan las normas y el deber. Para él, la moral ha de tener la forma de un imperativo categórico universal, es decir, una ley que no esté condicionada por ningún propósito y que se obedezca en todo momento. Una de sus formulaciones es, precisamente, “obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”.

Por ejemplo, hay que respetar siempre las colas. No podemos buscar excepciones según nos convenga, como, por ejemplo, “hay que hacer cola a no ser que tengamos mucha prisa” o “a no ser que seamos muy famosos y nos dejen pasar”. En esos casos, nos arriesgaríamos a que todo el mundo se inventara excusas para no atenerse a las normas.

2. El utilitarismo. Jeremy Bentham inició esta corriente a finales del siglo XVIII. Se basa en el principio de mayor felicidad: el interés de la comunidad consiste en la suma de los intereses individuales. Es decir, la justicia se mide por sus resultados, sin que sea necesario hablar de derechos o deberes.

Podría parecer que, si Beckham se hubiera colado, él habría sido más feliz. Pero no solo habría hecho más infelices a todos los que estaban delante de él y llevaban más tiempo esperando, sino que además habría contribuido a socavar las ventajas de hacer cola y, por tanto, a que al final nadie respetara nada y solo prevaleciera la voluntad del que le echara más morro o, según el caso, más codos.

3. La ética de las virtudes. Esta corriente iniciada con Aristóteles se centra no tanto en cómo debemos actuar, sino en la clase de personas que queremos ser.

Por ejemplo, Beckham comenta que tiene de modelo a su abuelo (al menos en lo que se refiere a las colas). Es decir, quiere ser la clase de persona que era su abuelo, lo que venía determinado por las virtudes que ponía en práctica. Su abuelo no se saltaba las colas porque sabía que sería injusto con los demás. Hacemos cola para tratar a todo el mundo por igual y porque somos conscientes de que el tiempo de los demás merece tanto respeto como el nuestro.

Al ejercitar virtudes como la justicia, la moderación, el valor y la prudencia (por ejemplo), damos forma a nuestras predisposiciones, las disciplinamos, las fortalecemos o las moderamos, según el caso y nuestras necesidades. Es decir, trabajamos para lograr la excelencia y la virtud moral y, con ellas, la felicidad y el bienestar. Nos ejercitamos para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Y la mejor versión de Beckham hace cola y no aprovecha privilegios que tienen una justificación dudosa.

Hacemos cola cada día para coger el autobús o en el súper, que no es poco. No solo eso: el orden de la vacunación para el covid fue otra cola, en la que además no valía solo con ponerse a esperar y se usaron también criterios sanitarios y de edad.

Es decir, a menudo hemos de contar con métodos racionales y justos para acceder de forma equitativa a bienes y servicios. Puede bastar con hacer cola e ir por orden, quizás pidiendo cita o, como en la charcutería, sacando número. Pero también podemos establecer otros criterios, como ocurre a la hora de matricularse en la universidad, de acceder a becas o en las listas de espera para trasplantes, donde podemos valorar factores como la nota media, las necesidades económicas o el estado de salud, sin que nos suelan parecer bien las excepciones para presuntos vips. Además, nos parece injusto que alguien se salte esas colas, como hicieron los políticos que se vacunaron cuando aún no les tocaba.

Podemos criticar todos estos sistemas para mejorarlos (evidentemente), pero, de entrada, sigamos el ejemplo del abuelo de Beckham y pongámonos a la cola. Cumplamos con nuestro deber. O hagamos lo mejor para el conjunto de la sociedad. O ejercitemos la virtud de la justicia. O todo a la vez.

Me dirijo también a esas personas que se ponen a un lado, en lugar de colocarse detrás, y que lo hacen con la única y evidente intención de aprovechar un despiste y colarse. Basta ya, por favor.

Jaime Rubio HancockJ, Doce horas de cola y el ejemplo del abuelo de Beckham, Filosofía inútil. El País 21/09/2022 

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