Llargterminisme.






William MacAskill tiene 35 años y es profesor asociado de Oxford desde 2015. En su día fue el académico de Filosofía más joven contratado en la historia de esa universidad inglesa. Durante 12 años ha liderado el Altruismo Efectivo, un movimiento nicho que ha evolucionado al Largoplacismo.

En un reciente artículo en The New York Times —que coincide con la promoción de su último libro: What we owe the future (Lo que le debemos al futuro, 2022)—, MacAskill proponía a los lectores imaginar que se reencarnaban sucesivamente, una y otra vez, y vivían todas las existencias adjudicadas a nuestra civilización. “Si supieras que ibas a vivir todas esas vidas futuras, ¿qué te gustaría hacer en el presente? ¿Cuánto dióxido de carbono emitirías a la atmósfera? ¿Cuán cuidadoso serías con las nuevas tecnologías que pueden descarrilar para siempre el futuro? (…) La idea de influir positivamente en el futuro a largo plazo es una prioridad moral clave de nuestro tiempo”. La promoción del libro, bendecido por un retuit de Elon Musk, constituye la presentación en sociedad de este movimiento filosófico.

Para un largoplacista no hay nada peor que sucumbir a “un riesgo existencial”, así llaman a los peligros que amenazan esas vidas futuras. Identificarlos es una de sus prioridades. Curiosamente, el cambio climático no está entre los primeros de la lista. Ellos ven un mayor desafío en una inteligencia artificial desbocada que convierta el futuro en una distopía totalitaria perpetua, en las 9.000 cabezas nucleares que amenazan a la humanidad y en los patógenos modificados en los laboratorios. Para enfrentar estos peligros proponen acciones concretas, aquí y ahora, que protejan a unas personas que vivirán dentro de 7.000 años.

El libro nace destinado a ser la biblia amable del Largoplacismo, por eso resume la corriente en tres ideas sencillas: las personas del futuro importan; la gran mayoría de las vidas, si la inteligencia originada en la Tierra no se extingue prematuramente, existirán en el futuro, y, por último, tenemos la obligación moral de garantizar que estas personas existan y tengan una buena vida. ¿Quién podría estar en desacuerdo?

Karelia Vázquez, El futuro de la humanidad: ¿pensamos en nuestros nietos o en los humanos de 9022?, El País 04/09/2022

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