Resum de la filosofia de Hume
Hume sostuvo que afirmaciones como que el humo procede del fuego o que el sol ilumina cada mañana proceden de la observación, son puramente empíricas. Pero que esos enunciados no demuestran el principio de causalidad. «No tenemos otra noción de causa y efecto que la de ciertos objetos que siempre han estado unidos. No podemos penetrar en la razón de esa unión», escribe. Para sustentar esta conclusión, Hume distingue -y esto es esencial- entre impresiones e ideas. Las impresiones provienen de nuestros sentidos y, en cambio, las ideas son asociaciones de las impresiones. Las ideas no podrían existir sin las impresiones, que determinan todo lo que podemos conocer.
Esta distinción implica cuestionar la validez universal de las ideas y la propia autonomía de la razón, que está supeditada a las impresiones temporales y dispersas de nuestra percepción. Hume afirma que «las ideas no son más que copias de nuestras impresiones o, en otras palabras, nos resulta imposible pensar en nada que no hayamos sentido con anterioridad». Por ello, la inducción es un mero engaño. Esta negativa de la posibilidad de un conocimiento universal, salvo en el terreno puramente formal de las matemáticas, la hace extensiva a las relaciones sociales, de suerte que la ética no es más que la sublimación de las pasiones y las emociones.
El intelectual escocés asegura que las normas sociales se basan en la utilidad, no en un código natural o trascendente. En este sentido, Hume negará que se pueda demostrar la existencia de Dios, que, según su concepción, es una idealización absoluta de las cualidades del ser humano. Esta afirmación fue esgrimida para negarle una cátedra de filosofía en Edimburgo por ateísmo y también es la base de algunas falsas leyendas sobre su vida. Se dice que una señora le exigió que reconociera que el Ser Supremo existe para salvarle de una laguna de cieno en la que se estaba hundiendo.
Pedro García Cuartango, David Hume y el engaño de la causalidad, ABC 30/09/2020
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