Fal·làcia narrativa/biaix retrospectiu.
Falacia
narrativa: Las falacias narrativas surgen inevitablemente de
nuestro continuo intento de dar sentido al mundo. Las historias explicativas
que la gente halla convincentes son simples; son más concretas que abstractas;
otorgan mayor significación al talento, a la estupidez y a las intenciones que
al azar, y se centran en unos pocos acontecimientos llamativos que sucedieron
más que en otras incontables cosas que no llegaron a suceder. Cualquier
acontecimiento reciente y reseñable es candidato a constituir el núcleo de una
narración causal. (…)
Las buenas historias proporcionan una explicación
coherente de las acciones e intenciones de las personas. Siempre estamos
dispuestos a interpretar el comportamiento como una manifestación de
propensiones generales y rasgos de la personalidad, causas que enseguida
relacionamos con efectos. (261)
El hecho de que muchos de los acontecimientos producidos
implicaran elecciones nos mueve aún más a exagerar el papel de las aptitudes y
subestimar la parte de suerte en los resultados. Como todas las decisiones
críticas dieron buen resultado, el historial sugiere una presciencia casi
perfecta, pero la mala suerte pudo haber trastocado alguno de los pasos que
condujeron al éxito. El efecto halo da el último toque: un aura de
invencibilidad envuelve a los protagonistas de la historia. (…)
Los jóvenes tienen pocas oportunidades de aprender a
crear una compañía gigante, y pocas ocasiones de evitar los escollos ocultos,
de introducir una brillante innovación en una empresa que compite con otras. Es
evidente que en la historia de google hubo mucha aptitud, pero la suerte
desempeñó en el acontecer real un papel más importante de lo que se supone
cuando es contada. Y cuanto mayor es la suerte, tanto menos hay que aprender.
La limitada información de que disponemos no puede
bastarnos, porque en ella no está todo. Construimos la mejor historia posible
partiendo de la información disponible, y si la historia e buena, la creemos.
Paradójicamente, es más fácil construir una historia coherente cuando nuestro
conocimiento es escaso, cuando las piezas del rompecabezas no pasan de unas
pocas. Nuestra consoladora convicción de que el mundo tiene sentido descansa
sobre un fundamento seguro: nuestra capacidad casi ilimitada para ignorar
nuestra ignorancia.
He oído decir que muchas personas “sabían perfectamente
que la crisis financiera de 2008 era inevitable antes de que esta se
produjera”. En esta afirmación hay una palabra muy discutible que habría que
desterrar de nuestro vocabulario en las discusiones sobre acontecimientos de
gran calado. La palabra es, ciertamente, sabían.
Ahora dicen que lo sabían porque la crisis es ya un hecho. (…) Lo perverso del
uso del verbo saber en este contexto no es que algunas personas creyeran en una
presciencia que no poseen, sino que el lenguaje supone que el mundo es más
cognoscible de lo que realmente es. Ello contribuye a perpetuar una perniciosa
ilusión. (262-264)
En nuestro lenguaje cotidiano empleamos la palabra saber solo cuando lo que sabemos es
verdad y podemos probar que lo es. Podemos saber algo solo si es verdadero y
puede conocerse. Pero quienes pensaban que habría una crisis no podían probarlo
de forma concluyente. Muchas personas inteligentes y bien informadas que
estaban muy atentas al futuro de la economía no creían que fuera inminente una
catástrofe; de este hecho deduzco que la crisis no era entonces predecible.
(264)
El núcleo de la ilusión es que creemos entender el
pasado, lo cual supone que también el futuro puede conocerse, pero la verdad es
que entendemos el pasado menos de lo que creemos. Saber no es la única palabra que fomenta la ilusión. En su uso
corriente, las palabras intuición y premonición también se reservan para
pensamientos que tuvimos en el pasado y que luego resultaron verdaderos. (…)
Para pensar con claridad en el futuro necesitamos depurar el lenguaje que empleamos
para caracterizar as creencias que tuvimos en el pasado. (264)
La mente que inventa relatos sobre el pasado se comporta
como un órgano destinado a dotarlo de sentido. Cuando sucede algo que no hemos
predicho, inmediatamente ajustamos nuestra visión del mundo para dar en él
acomodo a la sorpresa. (265)
La maquinaria del Sistema 1, que a todo da sentido, nos
hace ver el mundo más ordenado, predecible y coherente de lo que realmente es.
La ilusión de que uno ha entendido el pasado alimenta la ilusión de que puede
predecir y controlar el futuro. Estas ilusiones son reconfortantes. Reducen la
ansiedad que experimentaríamos si reconociéramos francamente las incertidumbres
de la existencia. Todos tenemos necesidad del mensaje tranquilizador de que las
acciones tienen consecuencias previsibles y de que el éxito recompensará la
prudencia y el valor. (268-269)
La idea de que el futuro es impredecible es debilitada
cada día por la facilidad con que explicamos el pasado. (…) Todo cobra sentido
en una retrospección (…) Y no puede sorprendernos la poderosa intuición de que,
es una retrospección, lo que hoy confiere sentido era ayer predecible. La
ilusión de que entendemos el pasado fomenta el exceso de confianza en nuestra
capacidad de predecir el futuro. (285-286)
La imagen tan a menudo empleada de la “marcha de la
historia” supone orden y dirección. Las marchas, a diferencia del vagar o del
paseo, no se hacen al azar. Creemos que somos capaces de explicar el pasado
fijándonos en grandes movimientos sociales o en desarrollos culturales y
tecnológicos, o bien en las intenciones y las capacidades de unos pocos grandes
hombres. La idea de que los grandes acontecimientos históricos vienen determinados
por la suerte nos resulta espantosa, aunque es demostrablemente verdadera. (286)
El error que la gente comete en la ilusión de
focalización supone prestar atención a momentos seleccionados y olvidar lo que
sucede en otros momentos. La mente humana es buena contando historias, pero
parece no estar bien diseñada para procesar el tiempo. (530)
Sesgo
retrospectivo: Una limitación general de la mente humana es su
insuficiente capacidad para reconocer estados pasados del conocimiento o
creencia que han cambiado. Una vez que adoptamos una nueva visión del mundo (o
de una parte de él), inmediatamente perdemos buena parte de nuestra capacidad
para recordar lo que solíamos creer antes de que nuestro pensamiento cambiara.
(265)
(literatura
empresarial) Es probable que se diga del director de una compañía exitosa
que es flexible, metódico y decidido. Imaginemos que ha transcurrido un año y
las cosas han ido a peor. El mismo ejecutivo será entonces calificado de
confuso, rígido y autoritario. Ambas descripciones parecen adecuadas al
momento: sería poco menos que absurdo decir de un dirigente con éxito que sus
ideas son confusas, o de un líder con dificultades que es flexible y metódico.
(270-271)
El efecto halo es tan poderoso que probablemente nos
resistamos ahora a la idea de que la misma persona y el mismo comportamiento
parezcan metódicos cuando las cosas van bien y rígidos cuando las cosas pintan
mal. El efecto halo nos hace invertir la relación causal hacia atrás: tendemos
a creer que la empresa fracasa porque su director es rígido, cuando la verdad
es que este parece rígido porque la empresa fracasa. Así es como nacen las
ilusiones del entendimiento. (271)
El mensaje básico de la literatura empresarial es que las buenas prácticas en la gestión
empresarial pueden identificarse, y que esas buenas prácticas son recompensadas
con unos buenos resultados. (…) Conociendo la importancia del factor suerte, el
lector se mostrará particularmente suspicaz cuando vea que de la comparación
entre empresas exitosas y menos exitosas se deriven patrones demasiados
consistentes. En presencia del azar, los patrones solo pueden ser espejismos.
(271)
Aunque supiéramos perfectamente que un director es capaz
de visiones acertadas y de una competencia extraordinaria, no podríamos
predecir el comportamiento de la compañía con más exactitud que el resultado de
lanzar una moneda al aire. (272)
La historia de ascensos y caídas persiguen la sintonía
con los lectores ofreciéndoles lo que la mente humana necesita: un mensaje
simple de triunfo y fracaso que identifica causas claras e ignora el papel
determinante de la suerte y la inevitabilidad de la regresión. Estas historias
inducen mantener una ilusión de
entendimiento impartiendo lecciones de un valor poco duradero a lectores
demasiado ansiosos de creer en ellas. (271)
Conclusiones:
1-
No
podemos saber nada de antemano
2-
Él cree
estar aprendiendo mucho de esta historia de éxito, que es demasiado bonita. Se
ha tragado una falacia narrativa.
3-
Ella no
tiene razón alguna para decir que la empresa está mal gestionada. Todo lo que
sabe es que sus acciones han caído. Se trata de un sesgo de los resultados, que
en parte es una retrospección y en parte un efecto halo.
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4-
No
dejemos que el sesgo de resultados nos confunda. Fue una decisión estúpida
aunque el resultado fuera bueno. (272-273)
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