Una mort ràpida.
Hace cientos de miles de años, junto al fuego, un homínido se inclina sobre otro que agoniza. Es alguien muy cercano y siente compasión. Sus miradas se clavan la una en la otra hasta que la del yacente se desenfoca y la del sobreviviente se licúa. Entonces este se vuelve hacia la noche estrellada y, por primera vez en toda la evolución, una porción de materia se interroga por ella misma. Poco después tiene lugar un rito funerario. Es el primer indicio de autoconciencia. Quizá fuera un Homo neanderthalensis, quizá un Homo antecessor, pero, fuera quien fuera, en aquel preciso momento ese alguien comprendió que también él iba a morir. Desde entonces la pregunta no ha dejado de planear sobre todo lo humano: ¿qué sentido tiene la existencia? Frente a esta inquietud hay por lo menos dos opciones. Una muy socorrida consiste en dar por bueno un plan cósmico servido en un lote completo en el que todo está bien determinado. Nunca dejamos de pensar en la muerte, pero por esta vía la reflexión se liquida pronto. Otra alternativa consiste en asumir que la vida es una partida de azar que bien vale la pena jugar. Por este otro camino la reflexión no deja nunca de reiniciarse.
1. No hay manera de encontrar consuelo frente a la certeza de que un día vamos a morir, ni siquiera pensando en lo bajísima que fue en su día la probabilidad de que llegáramos a nacer.
2. La probabilidad de volver a nacer después de muerto es colosalmente pequeña, pero no es nula como ilustra el hecho de que ya hayamos nacido una primera vez.
3. Ahora ya no tiene arreglo, pero la muerte necesaria es una innovación impuesta por la reproducción sexual.
4. Una bacteria aspira a la eternidad convirtiéndose ¡a tiempo! en su propia descendencia.
5. Si la medicina logra un día curar cualquier enfermedad, ya nadie se atreverá nunca a cruzar una calle, porque una cosa es perder la vida y otra muy distinta perder la eternidad entera.
6. Por simetría: ya sé dónde estaré después de morir: más o menos donde estaba antes de nacer.
7. Uno se acaba de morir del todo cuando se muere el último que le ha conocido vivo.
8. La frase más frecuente en las lápidas de los cementerios, nunca te olvidaremos, descansa sobre la hipótesis tácita de que solo se mueren los demás.
9. Los que prometen la gloria en el más allá a cambio del sacrificio en el más aquí no necesitan libro de reclamaciones.
10. La muerte es la más sorprendente de todas las noticias previsibles.
11. Vivir envejece, envejecer humilla y la mayor humillación es morirse.
12. Se murió y a continuación algo se apagó retrospectivamente en la mirada de todas las fotografías que de él se habían tomado a lo largo de toda su vida.
13. Pensar en la vida genera tanta perplejidad como pensar en la muerte.
14. Yacer es gratis, cualquier otra cosa es arquitectura.
15. Todo lo real es pensable (hipótesis de la ciencia), pero todo lo pensable no tiene por qué ser real (hipótesis de la literatura), luego la imaginación es más grande que la realidad entera (tesis científico-literaria).
16. La invención del infierno: vivir es bajarse un instante de la eternidad con el alto riesgo de arruinarla irreversiblemente.
17. A una expresión se le puede dar la vuelta para que mejore su sonido sin que cambie su significado, por ejemplo, vida eterna en lugar muerte eterna.
18. Ganó la vida eterna y se disponía a disfrutarla con ilusión, cuando comprendió que se iba a aburrir y que en la eternidad ya no se muere nadie.
19. Tenemos muy poco tiempo para estar vivos y todo el tiempo del mundo para estar muertos, pues qué pena, porque hay muchas maneras de estar vivo y solo una de estar muerto.
20. Epitafio: lamento no estar en condiciones de leer este epitafio.
Jorge Wagensberg, La muerte en aforismos, Babelia. El País 31/01/2017
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