Somiar que som una papallona (Zhuang Zhou).
Bien podría llamarse la madre de todas las teorías de la conspiración, la más audaz de todas las ideas pseudocientíficas, o la más inútil de todas las discusiones bizantinas. Pero filósofos de prestigio, físicos reputados y tecnólogos millonarios están considerando la posibilidad de que nosotros y nuestro mundo pudiéramos no ser reales, sino sólo parte de una especie de videojuego, una simulación enormemente sofisticada: el Second Life o Los Sims del futuro.
La idea ha sido tratada a menudo por la ciencia ficción. Uno de los ejemplos más populares es la saga de los hermanos Wachowski The Matrix, en la cual las máquinas inteligentes mantenían a los humanos inmersos en una simulación de la realidad. Pero durante siglos, la pregunta de si la realidad es en verdad como la experimentamos ha hechizado a los filósofos. Ya en el siglo IV a. C., el pensador escéptico chino Zhuang Zhou soñaba que era una mariposa, y al despertar no podía evitar preguntarse: “No sabía si antes era Zhou soñando que era una mariposa, o si ahora era una mariposa soñando que era Zhou”.
En su forma moderna, la hipótesis de la simulación suele atribuirse al filósofo sueco de la Universidad de Oxford (Reino Unido) Nick Bostrom, autor de un trabajo que desde 2003 ha generado un interminable debate. Bajo el título Are you living in a computer simulation?, Bostrom exponía en la revista Philosophical Quarterly que al menos una de las siguientes proposiciones es cierta: o bien los humanos nos extinguiremos antes de llegar a una etapa “posthumana”, o bien la civilización posthumana no estará interesada en construir simulaciones de sus ancestros, o bien vivimos en una simulación por ordenador.
Bostrom arguye que la evolución de la humanidad llevará a un estado posthumano en el que nuestros descendientes dispondrán de un inmenso poder tecnológico, suficiente para elaborar complejas simulaciones de sus ancestros en las que todo parezca real, incluso la consciencia de los personajes. Los posthumanos tendrán tan fácil acceso a esas simulaciones que podrán construir todas las que deseen, superando ampliamente el número de ancestros reales. Por tanto, y dado que la probabilidad de cualquiera de nosotros de ser un personaje simulado es mucho mayor que la de ser un ancestro real, se concluye que casi con seguridad vivimos en una simulación.
A no ser, prosigue Bostrom, que no lleguen a elaborarse tales simulaciones. Pero esto sólo sería posible en uno de dos casos: la humanidad quedó aniquilada antes de llegar al estado posthumano o por algún motivo nuestros descendientes deciden no simular a sus ancestros. Suponiendo que el ser humano perdura y asumiendo su evolución tecnológica natural, la conclusión es que muy probablemente nosotros y nuestro mundo somos tan reales como cualquiera de los videojuegos de hoy en día.
La propuesta de Bostrom suscitó respuestas de todo tipo; desde quienes la tachan de acientífica o de puro juego mental sin mayor interés, hasta quienes la han respaldado y ampliado con nuevos trabajos. El filósofo sueco recoge el progreso de la discusión en una web que desarrolla el llamado “argumento de la simulación”. Algunos críticos alegan que jamás será posible fabricar simulaciones tan perfectas, con personajes que no saben que lo son, o que es evidente para nosotros que somos humanos, o que las posibles futuras simulaciones aún no se han creado y por tanto somos reales, o que si las simulaciones llegaran a poder crear a su vez simulaciones de sí mismas terminarían por hacer estallar los ordenadores de los posthumanos.
Pero ¿cómo llegar a saber la verdad? En The Matrix existían fallos como el déjà vu que dejaban entrever la auténtica naturaleza de la simulación. Curiosamente, la idea se ha convertido casi en un meme popular en sitios como Reddit, donde los usuarios cuentan hechos inexplicables que les han sucedido y que interpretan como fallos en Matrix: una segunda vida vivida en un sueño, o una caja que cambia de contenido la segunda vez que se abre en unos segundos.
Sin embargo, Bostrom no secunda el argumento de los fallos: seamos reales o no, siempre escucharemos tales historias, que probablemente se deban a los vericuetos de la mente humana incluso dentro de una simulación. Los posthumanos, argumenta Bostrom, “tendrían también la capacidad de impedir a estas criaturas simuladas que advirtieran anomalías en la simulación”. El filósofo plantea un argumento inquietante: “incluso nuestros humildes cerebros, sin ayuda de tecnología, suelen impedir que nos demos cuenta de que estamos soñando por las noches, aunque los sueños estén llenos de las anomalías más fantásticas”.
El argumento lógico lleva a la imposibilidad de demostrar que somos reales, ya que “cualquier prueba que obtuviéramos podría ser simulada”, decía el año pasado el filósofo David Chalmers durante la celebración anual del Debate Memorial Isaac Asimov en el Museo de Historia Natural de EEUU, dedicado en 2016 a la hipótesis de la simulación. Por lo tanto, si no somos una simulación, nunca lo sabremos con certeza.
Pero lo contrario sí sería posible: demostrar que estamos en una simulación. Bostrom escribe en su web: “por ejemplo, los simuladores podrían hacer surgir una ventana delante de ti con el texto ESTÁS VIVIENDO EN UNA SIMULACIÓN POR ORDENADOR. HAZ CLICK AQUÍ PARA MÁS INFORMACIÓN”. Pero a falta de esta ayuda, algunos físicos piensan que la detección de ciertas anomalías poco naturales, como una asimetría en los rayos cósmicos, podría revelarnos que el universo es un montaje. La idea es que si la potencia computacional de los posthumanos es limitada, su simulación estaría obligada a ciertas simplificaciones que romperían el espacio-tiempo continuo en puntos discretos.
También podríamos llegar a hackear el código fuente. Algunos científicos y filósofos llevan años discutiendo sobre el llamado “ajuste fino del universo”, cómo ciertas constantes físicas fundamentales parecen tener los valores apropiados para que exista el cosmos y nosotros con él. Según dijo en el debate el cosmólogo Max Tegmark, “si yo fuera un personaje en un juego de ordenador, también acabaría descubriendo que las reglas parecen completamente rígidas y matemáticas”.
Pero parece que alguien se ha propuesto sacarnos de la duda. El pasado octubre, un reportaje en la revista The New Yorker firmado por Tad Friend sobre el emprendedor de Silicon Valley Sam Altman revelaba que “dos millonarios de la tecnología han llegado incluso a reclutar secretamente a científicos para que trabajen en sacarnos de la simulación”. Friend no especificaba de quiénes se trata, pero algunos magnates tecnológicos no han ocultado su obsesión por la cuestión.
Un ejemplo es Elon Musk. El fundador de Paypal, SpaceX y Tesla Motors dijo el año pasado que el tema de la simulación se había vuelto tan recurrente en las conversaciones que había acordado con su hermano no mencionarlo cuando se relajaran en una bañera de hidromasaje. Musk piensa que existe sólo una posibilidad entre miles de millones de que estemos viviendo en la “realidad base”.
Quizá los científicos, contratados por Musk o por otros, nos sorprendan algún día. Pero puede que la respuesta sea menos grandiosa de lo que esperaríamos. Según Chalmers, nuestro creador podría ser “simplemente algún hacker adolescente en el siguiente universo de arriba, a quien su madre está llamando para cenar”. Confiemos en que no apague el ordenador.
Javier Yanes, ¿Somos una simulación?, Materia 23/02/2017
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