La monarquia està a tot arreu (Pierre Leroux).




La Boétie
parte del siguiente axioma: El poder de uno solo, a partir del momento en que asume el título de amo, pasa a ser duro y desatinado. Es la condenación absoluta de la desigualdad y del despotismo. Sin este axioma, La Boétie no habría sabido cómo empezar para combatir la política monárquica; pero, con este principio, lo hace con toda facilidad. Si la dominación de un amo, dice, es dura y desatinada, la dominación de varios no puede ser buena. Y, en esto, el Ulises de Homero tiene razón, pues varios amos no son más que la multiplicación de esa cosa mala que se llama amo. La dominación de varios es la repetición del poder de uno solo. Pero, puesto que el mal es tener a un amo y que el mal está en la dominación del hombre sobre el hombre, no con-viene ni un solo amo ni varios amos: simplemente no hay que tener amo.


¡Magnifico! Pero, ¿cómo no tener ni uno, ni varios amos? ¿Cómo no tener amo? La Boétie no da la respuesta, ni nadie la ha dado hasta ahora.

La Boétie proclama en más de un lugar en su Discurso la igualdad innata de los hombres. No se deja intimidar por esa objeción que tanto intimida a otros, a saber la de la desigualdad de atributos que la naturaleza nos ha otorgado y la de la diferencia de nuestras aptitudes.

Uno al que La Boétie ataca y persigue es el monarca político, el rey, aquel a quien él llama el tirano. Es una declamación, después de tantas otras, contra la monarquía.

Pero, ¡cuántos monarcas, aparte del rey, había en tiempos de La Boétie, y cuántos hay en los nuestros!

¿Acaso la dominación monárquica, o la que ejerce uno solo, no es el sistema jerárquico conocido por todos y universalmente aplicado?

Cuando se examina, referida a los hombres, la jerarquía social conocida hasta hoy, se comprueba que consiste en que un hombre manda, en tanto que uno, a otro hombre, o a otros hombres; y cuando se la examina, referida a las cosas, se comprueba que consiste en que un hombre posee, en tanto que uno, parte de los instrumentos de trabajo y que dispone de ellos en calidad de poseedor de los mismos. De este uno, que manda a otro o a varios, proviene el despotismo por vía directa; y de este uno, que posee el instrumento de trabajo, proviene el despotismo por vía indirecta. 

No investigo si, estando así las cosas y siendo universal el espíritu de dominación, los partidarios de lo que suele llamarse república han venido deseando realmente destruir la monarquía en esta sociedad en la que todo el mundo quiere ser monarca; no examino, como dije, esta cuestión. Pero es evidente para mí que la monarquía seguirá, o que seguirá siendo algo que se le parecerá mucho mientras la monarquía esté por todas partes y los hombres más opuestos a esta forma política no tengan otro ideal que el de ser ellos mismos pequeños monarcas.

Pierre Leroux, El 'Contra Uno' de Étienne de la Boètie, apéndice al Discurso de la servidumbre voluntaria, La Plata: Terramar, Buenos Aires 2008

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