L'abús de la terminologia psicològica.








“Narcisista”, “tóxico”, “psicópata”, “trauma”, “empático”, “asertivo”, “bipolar”, “abusivo”, “manipulación”, “límites”... El lenguaje psicologizante o terapéutico ha saltado de las consultas de los especialistas en salud mental a las redes sociales y hoy esos términos clínicos se utilizan de forma informal en conversaciones y discusiones cotidianas para etiquetar o cuestionar relaciones, parejas o amigos. Y no son pocas las ocasiones en que estos términos se usan sin comprenderlos del todo ni aplicarlos con precisión, una práctica que tiene consecuencias sobre la relaciones personales porque alienta la distancia emocional.

“Hemos pasado de cero atención a la descripción de los comportamientos y de ocultar los problemas de salud mental por miedo al estigma social al otro extremo, a tener todo el día el foco puesto en la esfera psicológica, a un abuso del lenguaje técnico, a erigirnos en psicoterapeutas de los demás y querer diagnosticar y patologizar comportamientos que, a menudo, son meros conflictos normales porque las personas tienen temperamentos diferentes y distintas visiones del mundo”, explica Neus Vidal-Barrantes, catedrática de Psicología Clínica en la UAB.

Rafael San Román, psicólogo y autor de ¿Qué le cuento a mi psicólogo? (Plataforma Editorial) asegura que el uso de lenguaje psicologizante no es nuevo pero sí que se ha intensificado mucho en los últimos tiempos fruto del auge de la narrativa sobre psicología y salud mental en las redes sociales, “que todo lo amplifican y multiplican” y de esa manera han colado en las conversaciones cotidianas nuevos términos, como el de las relaciones tóxicas.

Coincide en la influencia que tienen las redes sociales en este fenómeno Adrián Montesano, profesor de Psicología de la UOC y especialista en investigación sobre relaciones interpersonales, salud y psicoterapia. “En las redes sociales la gente quiere generar impacto y hay un sinfín de supuestos terapeutas que con todas esas palabras que parecen técnicas quieren reflejar un conocimiento que igual no tienen; de hecho, se da la paradoja de que el empleo de etiquetas diagnósticas está muy en desuso entre la comunidad científica y, en cambio, inundan las redes y están en la calle”, explica Adrián Montesano.

Vidal comenta que el uso de etiquetas triunfa porque al cerebro humano no le gustan las medias tintas y prefiere las categorías para entender las cosas. “El problema es que con cuatro palabras hacemos ver que entendemos el mundo interno propio y de los demás, pero eso requiere tiempo y paciencia; poner un nombre no debe ser el final sino el inicio; no vale decir que una persona es tóxica, hay que descomponer los comportamientos que creemos tóxicos, la casuística concreta, qué puede causar esa conducta, cómo se puede hablar de ello y solucionarlo...”, explica.


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